martes, enero 31, 2006

De Bucaneros y asteroides

" Si pal demonio mi alma, pues para ti mi corazón"

Era la primera vez que tenía algo tan valioso en mi poder. No podía borrar de mi cara la estúpida sonrisa de satisfacción del que se sabe dueño de lo que todos ansían. Podría ser el dios de mi propio planeta, podría ser el universo de los que sueñan con llegar al mañana, podría ser la paloma de la paz en el mundo de Noé, el antídoto a todas las enfermedades, la caja de Pandora vacía de Esperanza. Todo.

Sonreí de nuevo, mientras mi tripulación levaba anclas y el viento del sur nos mecía entre sus brazos. Sonreí y lo miré de nuevo. Mi tesoro, mi billete a la libertad, mi piedra filosofal, mi príncipe azul, mi bajel pirata, mi patente de corso, mi jaula de cristal...

-¿Te gusta mi cordero?- Preguntó el príncipe de bucles dorados mientras me miraba con sus ojos azules e inocentes.

sábado, enero 28, 2006

La primera en bajar...

"Buenos días", le digo a un simpático lugareño.

- Maleducada!

Me espeta, así, sin más

¡EL PLANETA DEL AÑO!

Otro planeta juerguista, tiranizado por el curiosamente corto periodo de traslación alrededor de su pequeño sol flipado. No demasiado lejano del planeta Rave, antes conocido como planeta del Juicio Final, o planeta ¡Jamematen! Por los indígenas.
Maravillas del cosmos de Carl Sagan, el año de este planeta dura siete días con sus noches.
Consecuencias:
- Neurosis pandémica: Ayúdame ¿Qué le voy a regalar este año?
- Saludo oficial del planeta: ¡Felicidades!
- La primera causa de mortandad de los celebérrimos habitantes de este planeta es el suicidio debido a la Neurosis aguda por el síndrome “¿Yqueleregaloyoahora?” y por otro síndrome, este aun más cruel: el síndrome de… ¡sehanolvidao!

Los habitantes del planeta del año son extremadamente obesos debido a la necesidad de una dieta continua a base de banquetes por todas las razones: Fin de año, empleado del año, cumpleaños, aniversario...
Siempre llevan algún paquete encima. Si hay alguno que no lleva uno, o es un forastero, o va a buscar un puente del que tirarse.
Un rasgo curioso de este cumplidor pueblo, es su capacidad para la sorpresa y el asombro, algo increíble, ya lo verán.

Volveremos...

El velero se hizo presente en el puerto.
Hizo sonar su sirena. Y con estupor, los viajeros perdidos en los brazos de la ciudad porteña, pararon en seco aquello que estaban haciendo o que le estaban haciendo, y unos con menos angustia que otros, corrieron desesperados hacia el puerto.
Siguiente destino: EL PLANETA DEL AÑO.

jueves, enero 26, 2006

¿Una copa?

Me pregunta sugerente el morenito de la barra del bar. "Apasionante planeta", añade: "Una vez estuve allí, lo menos le hice tres bebés a tres espléndidas señoras en una sola noche".

- Interesante, ¿y por qué no ha bajado esta vez?
- Tenía cosas que hacer...

Mientras masticaba sus dos últimas palabras "que hacer...", un enérgico rizo cae sobre su frente y se apuesta sobre su ceja derecha.

- Camarero, ¿sabe que hay una fugaz y enorme luna llena? Puede pedir un deseo antes de que amanezca.

El morenito cierra los ojos, absorto en alguna fantasía furtiva. Susurrando, confiesa: "... y no hago nada ahí fuera que no pudiese satisfacer en este barco..."

Abre los ojos. Me guiña suavemente un ojo...

"... por ejemplo, dentro de su camarote, espléndida señora".

miércoles, enero 25, 2006

¿Quién me mandaría a mi hacerle caso a mis instintos?

¡Esa mujer no paraba! Me encanta el sexo, Joer pero todo tiene un límite.

Tras tres horas inagotables logré escapar de aquella ninfómana insaciable, no sin algún que otro arañazo de recuerdo. En la calle todos seguían como locos en su orgía de a ver quien era el más cafre en sus últimos momentos de vida.

Extraño mundo aquel planeta, dejando aparte los animales que lo habitan es curioso observar como se suceden los días y las noches en su loca caída al universo. Todas las estrellas que se encuentran en su camino le prestan su luz haciendo posibles días distintos, todos los cometas juegan a esquivarlo en el último instante, todos los agujeros negros lo reclaman. Sin embargo él continua flotando en su alocado tour cósmico sin que su último momento llegue, sin que nada catastrófico le suceda. Algunas furtivas lunas amantes salen a su encuentro a las que abandona sin remordimientos, ya que Eldiadeljuciofinal ni es fiel, ni promete, ni se casa con nadie.

- ¡ Eh tú! - Gritó una voz a mis espaldas.

Al volverme vi a un extraño personaje ataviado con un hábito negro manchado de sangre, una máscara de payaso y un cuchillo de carnicero.

- Te voy a rajar como a un cerdo - Me prometió alzando el cuchillo amenazante.

- Ah no, lo siento pero soy extranjero - Respondí.

Mi asesino se quedo mirándome confuso y algo desilusionado.

- Ah, y... esto... ¿Una cuchilladita? - Rogó paseando el dedo tímidamente por el filo del cuchillo.

- ¡ No hay ná! - Y me largué de allí dejándolo solo. No sin antes asegurarme que no le daría por cumplir sus deseos de última hora conmigo.

He de decir en favor de aquel mundo que no todos están sedientos de dar rienda suelta a sus deseos oscuros, muchos simplemente se dedican a ser vividores del último instante sin dar mucho la brasa a los demás. Suelen frecuentar los tugurios, tabernas y burdeles de las ciudades donde se reunen a hacer megafiestas continuas y disfrutar de los placeres de la vida. En ellos el alcohol corre como rápidos de un río desbordado sin control alguno y la niebla formada por el humo del tabaco y los porros hace que tengas que usar bastón para acercarte a la barra, allí los picos nevados en las mesas son absorbidos por narices como piquetas y el sexo no se hace, se forma. Y es allí, a uno de esos lugares donde fui a parar, seducido por el trepidante sonido de una guitarra eléctrica que lloraba mi nombre tras las lamidas barras infectadas de borrachos rogantes.

lunes, enero 23, 2006

Es el tiempo de la despedida...

... o a saber si no lo es, dado el hecho innegable de que no tengo reloj porque un mono de dedos hábiles me lo robó... por momentos pienso que era un chorizo disfrazado.

Allá me dirijo al lugar de donde vinimos, al barco, mi pequeño y seguro refugio, con la ropa sobada y sudorosa. Con estas prendas tan húmedas se me hace de noche sin darme cuenta. Empiezo a sentir frío, por lo que aligero el paso. No paro de pensar en que, para una vez que me decido a desinhibirme, no me como un colín y encima me roba un mono. Una guarra de pega, eso es lo que soy.

Casi no me doy cuenta con la tiritera. ¡Ya es de día! Esto de no tener reloj me está jugando una mala pasada... ¿cuánto tiempo llevaba caminando? Es extraño, no me siento tan cansada.

Mis ropas se secan inmediatamente al calor de esta luz cegadora. Las pupilas se me encojen y me escuecen los ojos, me los froto con violencia y, al volver a abrirlos, se ha hecho de noche.

¿Eso son estrellas fugaces?¿O tal vez el resultado de mis sacudidas?

Oh... baby... sí! Prefiero pensar que puedo desear lo que me plazca.

Miro al cielo. Me siento violentamente poderosa. Y deseo...

Me he quedao traspuesto

Dime ¿Qué crees tú?
¿Qué crees que hace el Tiempo?
¿Cuál crees que es el trabajo del devenir?
¿Para qué sigue navegando el dragón solar, día tras día?
¿Qué quieren contar las infinitas lunas que nos han acariciado los cabellos?

¿Qué crees tu que pretenden mis caricias?
¿Cuál crees que es el destino de mis manos recorriendo tus cálidas dunas?
¿Para qué sigo suspirando tan cerca de tu mejilla, día tras día?

Cada atardecer, sigo viendo ese guiño en la luz del crepúsculo. Cada atardecer, sigo encontrándome en el alma el susurro que dejaste allí para que yo lo encontrara.
Es como una música, maravillosa, persistente, para enternecer un corazón, para enverdecer una esperanza.
¡Y te digo que me sale sola, como me sale una sonrisa! Sale mi llamada a mi corro, junto a mi fuego, en la mejor hora posible.
¡De verdad te lo digo! ¡No lo pienso! “Reflejo y deseo, una misma cosa”
Junto a los míos, y entre sonrisas, celebramos el logro de nuestra paciencia, y tejemos nuestros misterios, de una sola manera, entre las infinitas posibles. De una sola manera.
Sé que puedes entenderlo, igual que sólo me estremezco de una sola manera, cuando siento tu aroma a tierra húmeda, cuando quiero que el calor de tu boca, caiga en mis labios...
Noche tras noche, constelación tras constelación, compañía tras compañía, arriban los nuestros, regresan al hogar con las mejores noticias posibles. ¿Qué mejor noticia, que el final de nuestra jornada, que el descanso junto a los tuyos?
Entonces, dime: ¿Cuál es el secreto que te susurra la constancia de mi sonrisa? Dímelo, por favor, intenta decírmelo, entre beso y beso, entre una mirada y un apartarte el flequillo, y un recogerte este rizo...
Hay en mi biblioteca, un antiguo mapa, que no tiene dueño, y que esta vivo. ¿Sabes que cuenta ese tesoro? Desgrana todos los nombres de todos los silencios de los cielos estrellados, y de todas las fuentes que la luna llena ilumina en todos los vergeles. Y en su cuadrante superior izquierdo, revela los senderos nocturnos entre los hielos resplandecientes y los arroyos helados de las tierras finales... Así que déjame insistirte, mientras te cubro con mi sábana, y te devoro con mi sonrisa... ¿Sabes ya la respuesta? Dime, todo esto; ¿Para qué?

Recuerdo el dilema de los artesanos, cuando, al principio, embriagados de su propio arte, no podían mover sus dedos, sus tornos estaban parados, las herramientas dormidas... Hasta que aquella niña pequeña, atravesó corriendo sus salas, arrasando con un gorgojeo risueño, manoteando el aire entusiasmada...

¡Por fin! ¡Sí! ¡Esa es la respuesta! ¡Para eso me empeño en que no olvides tu largo nombre compuesto, ese que apenas usas, y que finaliza con el mío! ¿Te vas a preocupar por la fragilidad de tu memoria?¿No has visto ya lo tenaz que puedo ser?

- ¡Altaír!, ¡Altaír! ¿Estas dormido?
- Estaba... creo... Joder con los caucásicos...

domingo, enero 22, 2006

De cómo fue la historia del único meteorito que cayó en el único desierto de Planeta Rave, antes conocido como Planeta del Juicio Final.

Fui una tormenta en el centro del desierto de mí. Era una tormenta de arena, y en mi corazón una tormenta de lágrimas frías, y rayos como hachazos mortales.
Había un peregrino, atravesándome el alma, hoyando en mí un camino nuevo, único. ¿Por qué era nuevo y único? Por que sus pisadas no se disolvían en la arena, por que el ritmo de sus pasos, tenía una cadencia. En su peregrinar, mientras vigilaba su rumbo en los movimientos de mi sol despiadado, y en mi cielo estrellado, conversaba silenciosamente conmigo, y los versos de su silencio, arrancaban un rumor a cada uno de mis granos de arena, y yo, asombrada, no quise acallarlos, en ningún momento.
Pasaban los días, y él, que no dejaba de ver mi furia en su horizonte, no desfallecía. Y yo, frente a él, no quería que desviara su rumbo, no quería que acabara de llegar, jamás.
Pero un día, lo vi en la linde de mi tormenta de arena, después de no haberse desviado, después de no haberse confundido. Fui un muro de vientos rojos, silbando en su rostro. Fui todos los velos danzando con furia para él. Fui todas las agujas voladoras, amenazándole.
Y él... Me acarició el aire.
Su caricia restalló en un trueno, uno que siempre quise oír, uno que nunca me atreví a soñar, para no tener que despertar de su evocación.
La tormenta de las arenas, desapareció. Y el vio otro horizonte. Yo, ventisca de lágrimas. Yo, un llanto sin resuello.
Pero siguió caminando hacia el centro del país de mí, por un camino nuevo.
Entró en mi lluvia, y yo no quise mojarlo. Caminó bajo mis rayos, y yo no quise herirlo. Y asombrada, no pude olvidar estos deseos, nunca más.
Y todo se detuvo.

Y si ya no soy tormenta ¿Qué soy?
Sólo encontré tus brazos, sólo tuve tus besos.

Mandelbrot

El efecto del alcohol es diferente aquí, en planeta Rave. Todo es cada vez más diferente.

Erika no deja de cantar, de tararear, de musitar.

Mi mente… esta lucida, casi preclara. Mi cuerpo, está comportándose como si estuviera inmerso en una fluida densidad… Me incorporo.
Quiero sentir la brisa marina en pie. Y me encuentro una brisa melosa, calida, electrificada…
Certezas pequeñas y brillantes, cruzan mi consciencia:
“Voy a encontrar una camisa hawaiana, con un estampado con estos colores, de este cielo, de este mar; lo sé”
“El mono no va solo, son tres, siempre son tres: el que no siente, el que no habla y el que no confía”
“Es inevitable encontrarlos”
Estoy desolado. El ojo de mi mente está deslumbrado. Estas gafas de sol, no son suficientes. Encuentro una balaustrada que agarrar, mientras contemplo este puerto, el trasiego de danzarines y fiesteros. Ibiza es una puta guardería.

Ya sé porqué canta.
Suelto la baulastrada, y me agarro a mi caucásico, y empiezo a danzar. Antes del Sunyata, otra certeza fugaz cruza el cielo de mi consciencia:
“Nuestra existencia, un fractal. Cada uno de nuestros instantes, una iteración. Nosotros, la Iteración”

El silencio dura solo tres segundos. Erika lo recupera para poder seguir bebiendo, y con una sonrisa beatifica deja que la gravedad la aplaste contra su cómodo asiento. Y Pepa lo revienta enseguida…
- ¡Ese puto mono! ¡Cuando lo pille!

Fiebre

Cuando pongo un pie sobre el Planeta Rave (antes conocido como Juicio Final), me planteo si aún tendré fiebre y todo el desenfrenado caos que presencio es fruto de mis alucinaciones cocidas a más de 40º.

Y es que, desde que se me ocurrió ir a patinar a Frigia, me he convertido en el mejor amigo de la pulmonía triple. He pasado muchos días encerrado en el camarote, con una bolsa de agua caliente en la cabeza (en realidad dos, para poder cubrirla entera) y bebiendo los corrosivos ponches de ron y huevo que me traía Ángel ("remedios naturales, remedios naturales"-decía, y una vez tuvieron que rescatarme del mascarón de proa, donde me había encaramado para cantar carnaval).

En Luna mora, me atreví a bajar al festival de cuentos. Me puse un grueso abrigo de pelo de lagarto (desconfiad de la publicidad del Corte Inglés: ¡¡no abriga ná de ná!!) y escuché los relatos hasta que llegó mi turno. Subí al escenario, me puse colorado (no sirvo para esto...), cinco segundo de silencio tenso... y un ataque de tos grumosa... Los de la primera fila se llevaron un recuerdo imborrable de mi persona (ADN incluido), y juraría que, como en los espectáculos de vodevil antíguos, un largo bastón me agarró del cuello y me sacó de escena...

Los baños turcos creo que me terminaron de curar...

Pero ahora, en mundo Rave, me parece que he vuelto a recaer... un caos orgiástico y desenfrenado... gente gritando, bailando, bebiendo... incluso he visto a un mono que, si no era el propio "Caspa", era su hermano gemelo... me vendió un reloj a muy buen precio.

Decididamente, vuelvo a ser víctima de un proceso febríl.

Entraré en una taberna a por ponche de ron y huevo...


sábado, enero 21, 2006

Koan

Contemplar este mar, que refleja un cielo imposible, después de que hallan pasado por encima de mi, cuatro blancas rusas… es demasiado.
Recordar es casi recapitular; el camarútero, el pequeño buda interdimensional, el velero, los joyanos anisados, el planeta derretido, el planeta de cuentos incontables, y ahora esta escala… es demasiado.
Me gustan las caucásicas bebidas, desde el mismo momento en el que aquella hembra se lo derramo encima, cuando ya estaba demasiado cerca de mi. Tan cerca que el deseo y el reflejo fueron una misma cosa… y eso, eso fue demasiado.
Estoy en libertad, ya no puedo escapar. Me gustaba escapar, me gustaba mi camarote, ahora mi camarote, mi barco, nuestro barco… no me importa si regresa o no, no me importa si nos vamos o no. Estoy bien.
Las estaciones cambian cada hora, y cada hora puede durar una estación. Ahora es primavera. Me gusta la primavera. Estoy en una terraza, dejándome beber por rusas blancas, por este mar y este cielo de psicodelia.
Erika empieza a cantar, y pepa, increíble, se relaja escuchándola. Ese canto, es aniquilador… Es demasiado.
El ombligo del universo está aquí. El fin de las promesas está aquí. El cruce de los principios y de los finales, de todos, esta aquí… y sí, es demasiado.
El canto de Erika es inconcebible, porque es imposible, porque se lo ha inspirado un cielo imposible, el mismo cielo que me hipnotiza con el mar… ¿Cómo es posible? Estoy tranquilo, porque bebo este vino blanco y cremoso, y mi cerebro esta huyendo, con velocidad de escape, a cumplir un destino que me hace sentir bien.

Asombroso; el deseo y el reflejo, una misma cosa.

Si el maestro me hiciera ahora la pregunta imposible: “¿Cómo es, cuando el deseo y el reflejo son la misma cosa?” Mi espíritu le contestaría para siempre, estallándole delante de su alma, y la explosión tendría un sonido. Salé ahora por la garganta de esta embriagada.
Si aún así, el maestro no se hubiera convencido de mi iluminación, y aun le quedara resuello para volver a formularme la jodida pregunta… “¿Cómo es, cuando el deseo y el reflejo son la misma cosa?” yo desaparecería… y aparecería aquí, en este aquí, en este ahora, en esta terraza, en este planeta, con este canto taladrando las soluciones de todas las almas en mí.
Me gusta mi embriaguez, que me hace no divagar, me hace trovar, me hace borbotear el alma, con formas de letras, con ruiditos de palabras…
¿No va a dejar nunca de cantar?... estoy sonriendo, porque no está cantando, esta siendo cantada… ¿Serán estos caucasianos?...

Esto es demasiado.

jueves, enero 19, 2006

Planeta Rave

El planeta del juicio final, ahora es el planeta Rave. Dos por el precio de uno. Todo él, es ahora un parque temático, su supervivencia depende de ello, y además es divertido. Los turistas viciosos, esos que mantenían la precaria situación de los planetas del tercer universo, ahora acudirán en masa a este planeta condenado a danzar.
Altaír, ese turista de aspecto aniñado, rebota sonriente de corro en corro, de botellón en botellón, de danza en danza... Hasta que alguien sentencia: “ Eh¡ Cara de niño¡ Ven, que te voy a hacer un hombre¡” Altaír que no puede dejar de sonreír, sigue sonriendo cuando oye esto, pero ahora de un modo diferente, con más rubor en las mejillas, y con la mirada huidiza.
No tiene ni idea de donde está, pero yo, que soy omnisciente, sí. Esta en un burdel, quizás el burdel más burdel de la galaxia, porque en pocos planetas se ha frotado la lámpara mágica del sexo, con tanta pasión como en este.
Altaír, que no es tonto del todo, se deja llevar, casi nunca contradice al destino, siempre ha pensado que el destino es algo demasiado imponente, como para ponerse chulo con él, y aquella hembra le sacaba tres cabezas y muchas tallas de sujetador, muchas.
“Ven, cariño, ven conmigo” le decía, mientras rápidamente le hizo un chequeo táctil tan sorpresivamente, que Altaír tuvo un fugaz espasmo sobre su centro. La Mujer, le miro con cara de asombro, luego miro a su alrededor, y con la mano llamo a tres colegas más. Altaír puso cara de fastidio.

El tiempo aun sufría aberraciones extrañas en aquel planeta que recién había aprendido a girar sobre su eje, como el dios de los planetas manda. Así que Pepapoderes estaba desquiciada, frotándose la muñeca, y escaneando con mirada furiosa el horizonte en busca de un mono sobón y ladrón, por ese orden, caminando mientras miraba a izquierda y derecha, como un depredador, cuando olió el inconfundible olor... Sexo¡
Estaba frente a las puertas del SuperBurdel galáctico, pensó que era un buen sitio para encontrar a su ladrón de tiempo... “Tiempo ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuánto tiempo llevaban en aquel planeta? ¡Maldito simio!”
- ¡Peeepaaaaaaaaa! – Era una voz familiar, la llamaba de entre el gentío callejero.
- ¡Erika! ¡Dime que has visto un mono con un reloj¡
- ¡¡¡He visto de todo, chica, ni te imaginas¡¡¡
- ¿Dónde está el resto de la gente? ¿No deberíamos regresar al barco?...
- ¡¡Relájate!! ¡¡Bebe!! – Erika le planta una botella de Whiskey en la cara, que Pepa agarra con cierta ansiedad, mientras Erika le cuenta;
- Pues verás, no se donde esta el resto de la gente, no tengo ni idea, pero creo... ¡Creo que se han ido sin nosotras¡ - Pepa escupió sobresaltada el trago que tenia en la boca en ese momento.
- ¡Queee! ¡No me jodas!
- ¡En serio! He estado cerca del puerto y no he visto el barco... pero puede que esté en otro sitio...
- ¡Hijos de putaaaaaaaaa!

Mientras a Pepa se le inyectaban los ojos en sangre, un tumulto se formaba en la salida del burdel, varias voces hablaban a la vez... “ ¡Adiós, guapo! ¡Vuelve a verme! ¡Acuérdate de mi nombre!” Las chicas se volvieron y vieron como un ramillete de encantadoras y acaloradas señoritas despedían a un personaje harto singular, que vacilante y sonriente, agitaba una mano relajada despidiéndose... Estaba vestido con un albornoz beige con las siglas del burdel, llevaba barba de un mes, una melena grasienta, las gafas de Sonny Crockett, y un vaso de una bebida cremosa y blanca en la otra mano... cuando salió a la calle miró a las dos viajeras por encima de las gafas...
- Erika, Pepa¡¡¡ Qué tal¡¡¡.... – Las dos lo miraron como si fuera un mutante...- ¿Qué pasa? ¿A que vienen esas caras? ¿No están los demás con vosotras?
- ¿Altaír? ¿Eres tú? – Erika lo miraba asombradísima.- ¿Qué te han hecho?...
- De todo¡¡¡ pero ha sido mutuo¡¡¡ En el universo tiene que haber un equilibrio dinámico de fuerzas... ya me entiendes... Mierda...se me está acabando el caucásico... ¿Habéis visto algúna bolera por aquí? De pronto me han entrado unas ganas terribles de jugar a los bolos... ¿Qué te pasa, Pepa? Pareces un poco tensa, relájate...

Cielo rosa...

... cierro los ojos, los vuelvo a abrir inmediatamente. Cielo rojo. Cielo negro. Oscuridad. Luz repentina y ardiente.

Allí, sentada encima del pequeño picacho, me maravillo contemplando el azar en su máximo esplendor. ¿Qué se puede llegar a desear cuando todo lo que ves son estrellas fugaces?

Me entretengo en contar los satélites y cometas que se cruzan ante mí. Los hago miembros honoríficos de este planeta. Me saludan solemnes, alegres, y se alejan. Ya no están. Cierro los ojos.

Y vuelvo a abrirlos. Se ha parado todo, y mi corazón se ralentiza, acompasándose de forma natural al ritmo vital de este planeta sin tregua. Un espectáculo de infinitos matices se descubre en la bóveda. La velocidad vertiginosa acalla sus voraces sonidos y saluda humilde a esta novedosa quietud. Mi estómago se repliega. Y se descubre la inefable melodía de los tiempos antiguos, cuando todo era calma.

Ahora puedo escuchar la voz de infinitos susurros de grandeza y majestuosidad. Ahora puedo escuchar a los lobos aullar. Y cierro los ojos para extinguirme con ellos.

Que vuelva esa máquina fugaz de deseos. La estoy esperando.

Por ello envió Dios a Sodoma y Gomorra entes asexuados

- ¡Un mundo apocalíptico! Vaya, tiene que ser toda una experiencia - pensé. Y me uní a la barcaza que de la nave flotaron para aquellos que quisiesen visitarlo.
¿Qué esperaba encontrar allí? Me rondaba la idea de un mundo utópico, de una sociedad auténticamente anarquista, conscientes de que cada segundo podía ser el último. Pensé, soñé, que vivirían en acorde a un continuo presente donde las reglas sociales, como las de nuestro mundo de origen, allí carecerían de valor y sentido. Una sociedad de seres evolucionados forzados a vivir, por las circunstancias cósmicas, a un despertar de la consciencia. Imaginaba un mundo de poetas, de músicos, de pintores, de escultores, de soñadores, de artistas. Los imaginaba desnudos, envueltos en la plenitud de la consciencia, conociendo todos los secretos de la vida, descubriendo el cosmos, entregados al amor y la virtud del ser, concientes de que el tiempo solo existía para ellos como un continuo presente.
Alguien me dio un codazo sacándome de mis ensoñaciones.
- ¡Quiyo, que ya hemos llegao! -
Sonreí a Mel y bajé feliz a conocer un mundo que quizás fuese el mio.
Y descubrí que no. Aquel era un mundo de miedicas, del mismo tipo de miedicas que habitaban el nuestro con la diferencia de ser concientes de que en cualquier instante su planeta podría dejar de existir, y con él ellos. Tal conocimiento les hacia vivir al límite sus últimos momentos abandonándose a sus deseos más oscuros, sus sueños más depravados, sus instintos más reprimidos. La única diferencia que podría existir, si su mundo girase seguro alrededor de la órbita de alguna acogedora estrella, simplemente sería que sus miedos estarían anclados a establecidas reglas sociales, políticas y religiosas, dejándose cómodamente llevar por la perezosa certeza de un quizás asegurado.

Allí me quedé, de piedra, con la cara de alelado mientras contemplaba como cada uno de aquellos individuos sin querer perder ni un segundo de los que les quedaban, libres y despojados de sus hipócritas reglas de contención, cometían todo tipo de atrocidades y vejaciones.
- ¡Anda y que os den! - Pesé y me dispuse a entrar de nuevo en la barcaza con el fin de poder volver a la nave.
De una calleja surgió una morenaza impresionante que me miró fijamente, sus ojos estaban llenos de un ardiente deseo y me estremecí. Sonriente se acercó a escasos centímetros de mi y cálidamente me susurró al oído.
- ¿Ya te vas forastero? ¿No deseas pasar nuestro quizás último momento follando salvajemente hasta caer exhaustos? - Tras unos segundos en que el universo entero parecía haber enmudecido me volví en dirección a la barcaza.
- ¡Recogedme dentro de doce horas! - Les grité. Y dejé que aquella morena me condujese a algún lugar donde enseñarme de que era capaz una mujer conciente de que aquella, quizás, fuese la última vez que follaría con alguien.

Casi caigo del barco

... así, sin quererlo, casi caigo, de un saltito frustrado por mi ausencia de decisión, pero finalmente me convenzo de inaugurar la experiencia sensual de mi viaje aquí, en este planeta.

Nada más pisar esta tierra, ya siento su sexualidad de una forma inequívoca. Mis pies se mueven casi inconscientemente, y empiezo a bailar sin darme cuenta. Un baile delicadamente absurdo, de enorme y culona negra jazzwoman... oh... baby sí... (resuena en mi cabeza). Sí, es cierto, me siento bastante ridícula. Pero mi culo manda ahora sobre mi cabeza.

Hay una multitud a unos cuantos metros de mí. Muchos me llaman ostentosamente con gestos obscenos. Me integro en ellos y me difumino, y sigo bailando.

De entre los locos, le veo... un simpático monito! Demonios, ¿de qué me suena esa risa burlona? Atrapada inmediatamente por sus manos, me abraza, me coge el culo, me soba los muslos, me gruñe al oído... Bailamos! Bailamos juntos, y no sé qué parte de mi cuerpo no ha manoseado este simio. Mi líbido me insulta de nuevo, me abandona a la animalidad...

Súbitamente despierto, agitada. Estoy sola.

Mierda, el puto mono me ha robado el reloj.

lunes, enero 16, 2006

Nombre de gato

Después de hablar con el niño gordito, el dueño de los ojos del brillo tranquilo y su gato, regresaron a la tranquilidad del hogar. Esa era la despedida que había pensado, tranquila. Esa seria su gran victoria ante la inevitable tormenta de trozos de cielo que se avecinaba. No temblaría, no dudaría. Abriendo las ventanas, invitaría a los aerolitos a pasar hasta el fondo del sótano.
Subió hasta la pequeña torre de su casa. Allí estaba su querido observatorio. Este pequeño mundo que danzaba en el caos, le había regalado cielos conmovedores, todos los días, cada instante. Su querido telescopio. Cuánto apreciaba aquel aparato, cuantos Apocalipsis le había mostrado.
Con una taza de té recién hecha, se preparó para hacer la última entrada en su hermoso cuaderno de observaciones, y como hacia todas las tardes, comenzó a escrutar el universo. Él sabia, que su persistente mirada, a veces era capaz de producir un picor en el cogote de Dios, lo sabia. Sabia que muchas estrellas, sobre todo las que brillaban a través de una nebulosa azulada, sonreían cada vez que las observaba, y sabia que le añorarían, quizás, pensaba, llegarían a sentir tanta nostalgia, que la memoria de las estrellas concedería a su alma el don de desafiar a la muerte aniquiladora.

Todas estas cosas afloraban a su conciencia, cuando empezó a notar los primeros signos anómalos. Los meteoritos más cercanos, deberían ir mas rápido, y se estaban acercando al ecuador celeste, como tentados de ponerse en orbita alrededor del planeta… y de pronto, la visión estalló en su mente de Astrónomo:

“Por alguna razón, por alguna maravillosa razón, el poderío gravitacional del planeta se ha despertado. Su eje se ha alineado con alguna estrella fija, de la que estará enamorado por lo menos unos 25.000 años. La encontraré y le pondré un hermoso nombre, y veré como todo el cielo, todo el cosmos gira a su alrededor. Porque no voy a morir, no vamos a morir, hoy no va a morir nadie en este planeta afortunado. Los meteoritos ya no quieren violarlo, quieren danzar a su alrededor, quieren rodearlo con un cinturón, uno de asteroides, un anillo irisado, flotando en el espacio… quien pudiera verlo… Los meteoritos más grandes, se convertirán en lunas, probablemente serán dos o tres… ya tendremos la semilla de nuevos mitos… surgirán los astrólogos, que le dirán a las madres donde estaban las tres lunas cuando nació su querido hijo, y los dones que estas le regalaron para siempre… y los amantes podrán prometérselas a sus amados, y los aventureros ponerle nombres maravillosos a sus mágicas topografías…”

Con los ojos llorosos tomo delicadamente a su gato, y lo elevo frente a su rostro para mirarlo con todo el cariño del mundo y le dijo: -Adivina como se va a llamar la luna más grande.

¡Epítome! ¡Bonito palabro!

No todas las miradas están extraviadas en este mundo que agoniza en su último orgasmo. Un hombre se acerca a mi bancobservatorio, dueño de un brillo tranquilo y profundo en sus ojos, y en los ojos del gato que lleva entre sus brazos. Me gustan los gatos, vivos, como animales de compañía, quiero decir.
- Que sitio tan extraño habéis elegido para hacer turismo. De hecho, sois los primeros viajeros en mucho tiempo, y seguro que los últimos.
- ¿Por qué la gente no abandona? ¿Por qué no se marchan?
- Porque estamos cansados, siempre es la misma historia. El problema no es el planeta, somos nosotros. Ya nos hemos cargado unos cuantos.
- ¿Y para qué hacen tal cosa?

El hombre se sentó a mi lado, con su gato ronroneante en su regazo. Le gusto a los gatos. Enseguida quiere probar mi regazo. El hombre tenia ahora una sombra triste en una mirada perdida.

- La verdad es que no lo sabemos, no sabemos porque ocurre. No creo que seamos tan destructivos... A veces he pensado que los planetas moribundos, nos han llamado... Pero esta vez... ya nadie quiere irse. Supongo que ahora averiguaremos el para qué de nuestro sino, aunque sea en el último instante, y nuestra revelación sea breve, fugaz...

Veo algo diferente. Veo gente desesperada, intentando desaparecer en su vicio preferido, pero también veo gente extrañamente eufórica... Veo a mis compañeros eligiendo estas últimas compañías, están danzando y celebrando...
- ¿Así es el último día de un planeta?
- Así es el ultimo día de cualquier cosa, un epítome del todo... He vivido esto tantas veces... Nunca deja de ser brutalmente intenso... Pero mi alma ya esta agotada. No bailaré, no fornicaré. Acariciaré a mi gato y sentiré su ronroneo.

Una inmensa nostalgia empieza a invadirme, tan intensa que se siente como algo vivo y fluido deleitándome. Yo también quiero bailar. El cielo es crepuscular, y su belleza es insoportable, es última y surrealista, hiperreal. Abrazo al gato, y su ronroneo se me ha vuelto descifrable y asombroso, es un eco del murmullo del universo, resonando dentro de él, fascinándome...

Erika, desde un corro eufórico, me mira sonriente, me hace un gesto atrayente con la mano, de un poder definitivo.

Sé que me lo voy a pasar como nunca.

Sé que este planeta va a estallar, pero en una gran celebración, y por eso se va a salvar, y sus habitantes descubrirán por fin el para qué de su sino. Sé que nosotros, los viajeros, somos las hormigas que faltaban.

domingo, enero 15, 2006

Soy un gato

que no hace ruido. Que se estira, se encoje, maúlla y araña. Que bufa.

Soy un gato con orejas, hocico y enormes ojos. Tengo unas patas con garras retráctiles que se descubren sorpresivamente, defendiéndome de la amenaza del mundo. Me gusta mi entorno conocido, cada uno de sus pequeños mundos, su familiar olor... los conozco, los entiendo y hasta llego a creer en ellos.

A veces exploro nuevos mundos. Los huelo y me alerto. ¿Cuánto de nuevo hay allí? Todo lo que haya, lo voy a conocer; no importa su vastedad. Tengo la paciencia, el sentido de la aventura y la habilidad necesarios. Nada me da miedo: soy un felino y tengo bigotes.

Soy un gato que desconfía, que vomita bolas de pelos y angustias muertos. Me gusta que me acaricien sin mirarme a los ojos. Mi nariz está fría.

Mi vientre, caliente.

viernes, enero 13, 2006

nauseas

Me gusta navegar… pero este mundo enjuiciado me produce nauseas.
Todos los pasajeros han salido huyendo.
Creo que es Mel quien corre detrás de una chica haciendo una petición desesperada…
Erika ha bajado a tierra y se ha puesto a pasear entre el caos, como si este mundo fuera suyo, con expresión de aburrimiento.
Camino entre la gente. Cada mirada es una expresión diferente del nihilismo, de la frustración, de la desesperación.
Me siento en un banco, viendo una masa deambular.
Recuerdo lo que decían de las hormigas… Hacen falta 52 hormigas en un hormiguero, para que se organicen como un solo organismo, inteligente.
¿Cuántos desesperados harán falta para que el sufrimiento tenga sentido?

jueves, enero 12, 2006

Un solar desolado

He conocido historias personales, unas bellas, la mayoría terribles. Disfrutamos contando lo más sórdido de nuestro historial, tal vez esperando una redención, un beneplácito social silencioso y, como colofón, una moralina benevolente. Pero no somos conscientes de algo: todas dejan cicatrices egoístas. La piel de los que amamos está llena de ellas, salpicando una dermis macilenta y azulada por el frío.

Por fin, decidimos emprender este viaje hacia, tal vez, ninguna parte, guardando agujas y cuchillas. Acariciando una tez preciosa, limpia y sin historia.

Por megafonía acaban de anunciar un nuevo destino. Las puertas del barco se abren.

Bajo del barco. Hay gente paseando que me mira. Y súbitamente, noto en mí un ansia inexplicable que me desborda, me resulta familiar... "no tengas miedo de mi ansia por sentir como lo entierras en mi vientre"... creo que alguna vez pronuncié esas palabras. Cierro automáticamente todas mis puertas blindadas... Al menos, procuraré no cerrar ninguna ventana.

miércoles, enero 11, 2006

La oración de Layla




Amor, me has conmovido con tu saber de amante. Has abierto en mi alma el secreto anhelo de una plenitud que jamás se saciará.
Amor, en el íntimo sigilo de nuestra alcoba yo esperaba tu consuelo, y tú me has dado una sed que nunca se calmará.
Amor, me has dejado entre los dedos de un Dios infinitamente lujurioso, que ha roto el silencio de mi alma, mi cordura.
¿De dónde traes tus secretos? ¿Con quién más los compartirás? ¿Eres tú el pirómano de todas las almas que veo arder?
Ese fuego que reposa entre tus yemas... ¿Es que nunca va a apagarse?
Me has convertido en una sola entraña, de la que no cesa de manar una ternura que quema, que me hace llorar.
Soy una abundancia que se ahoga en si misma, que fluye en una sola dirección.
Soy una medusa tierna y cálida, con un solo mandato; serlo para siempre.
Tu mirada, tu aliento, tu boca, me fecundan. ¿Cómo puede ser?
Yo, que me creía finita, satisfecha, mensurable. Me has convertido en tu loca ramera, y no quiero ser otra cosa nunca más.
Ven a mi abrazo, no dejes de venir a él.
Ven a mi abrazo, con cada uno de los besos de tu boca, con cada uno de tus sueños, con cada uno de tus saberes. Ven, tráemelos, y verás.
Ven al calor de mis senos, cerca de mi centro. Ven, porque yo sé que ocurrirá con ese fuego del que eres dueño, cuando no tengas miedo de mi ansia por sentir como lo entierras en mi vientre.
Ahora sé porque no deja el sol de danzar ¿Cómo podría hacerlo?
Ahora sé porque este cuerpo no es suficiente ¿Cómo iba a serlo?
Cada vez que pronuncias mi nombre, otro incendio mayor asola el bosque de mi asombro.
¡Cuánto te he deseado! ¡Cuánto tiempo he esperado saciarte! Y en tus ojos veo un infinito en el que me desbordaré para siempre.
Tu abrazo es una orilla que nunca creeré haber alcanzado.
Quiero ver como mana tu semilla, sin cesar.

lunes, enero 09, 2006

El planeta del juicio final

Como un cáncer terminal.
Como una esclerosis múltiple.
Como una esposa muerta cuando acabas de cumplir los 70.
Habitantes con la plena y absoluta conciencia de una vida que caduca en breve.

Y no siempre fue así en el Planeta del Juicio Final.

Se trataba de un planeta más rotando en un sistema solar de la galaxia Delporqué. Sus habitantes vivían más o menos felices, adocenados, en un más o menos bello y cálido planeta, amando, usurpando, comiendo, llorando y mintiendo. Más o menos como en casi cualquier parte.

Hasta la noche del Cometa.

En un impacto contra el Planeta de tal magnitud, que lo apartó de su órbita solar. Desde entonces, vaga errante entre meteoros y meteoritos, siempre bajo el riesgo de una colisión furtiva. Los osos hibernan en sus cuevas durante inviernos de 12 días. Los veranos se juegan en las tascas; apuestas de 100 contra 1 a que toca mañana. Los días pueden durar meses, o segundos. Las noches no son para dormir. De hecho, no sé para qué son.

Una vez que sus habitantes se acostumbraron a la sensación mareante de vivir sin reglas físicas, y siempre bajo la sombra implacable y cotidiana de la muerte en un choque cósmico inexorable, eliminaron de sus vidas normas, tabúes y moralismos. Abrieron sus ventanas, se desembarazaron de sus máscaras sociales; el malo se atrevió por fin a cometer todas sus atrocidades reprimidas, el viejo verde a desempolvar su bastón de mando sexual, las niñas pijas a bajarse las bragas en público en un onanismo descarado, los amantes censurados a follar en los parques públicos, en los trabajos, delante de sus maridos y esposas.

No oséis censurar su comportamiento. Sólo así seréis bienvenidos en el Planeta del Juicio Final. Al fin y al cabo, nunca se vive lo suficiente, y eso también cuenta para vosotros.

viernes, enero 06, 2006

Cuentos en Luna Mora

Los ojos de los edificios indagan la vida de las calles y tras ellos otros ojos que buscan. Y los ojos al otro lado se preguntan que esconden los ojos de los edificios.
Llega la noche y los pesados párpados de persianas caen cerrando las pupilas de cristal, duermen los ausentes de la noche. Y despiertan fulgurantes los ojos de los insomnes.



miércoles, enero 04, 2006

Antes de que amanezca..


En esta Luna Mora turbadora, peor aún que la más terrible de las historias que cualquier lugareño pueda contar, es este turbio amanecer blanco que va asomando perezoso pero implacable.

Nuestros anfitriones van cerrando sus pupilas. Sus rostros se ensombrecen de una inmensa pena.

Es hora de marcharnos... ¿o todavía queda tiempo para una última historia?

Ilustración: Jorge Cárdenas Aceves

martes, enero 03, 2006

En la Luna Mora: La Leyenda de los Arrobados

Aquí, sentada delante de vosotros, persuadida de contaros algo, tal vez un cuento o tal vez un sueño, me imagino una pequeña historia en un lugar pequeño.

Agarraos, que voy sobre la marcha: pienso en una pequeña aldea de pequeños árboles, animalitos chicos y diminutas casitas donde vivían seres humanos pequeños con el corazón muy grande.

Estos seres pequeños, de tanto corazón, tenían muchos problemas de salud. Se impedían a sí mismos sentir emociones que pudiesen perturbar su estado clínico para así evitar una muerte segura.

La maldición de estos seres pequeñitos de corazón grande residía en que eran terriblemente sensibles, lo cual dificultaba verdaderamente el control de sus propias emociones. Podía suceder que fueras andando por la aldea y, de repente, alguien explotara como un globo: su corazón había crecido, reventando su caja torácica.

A la luz de tan trágico destino, se decía que los que perecían de esa forma “morían de arrobamiento”. A estos seres les tocaba un futuro indeseable más allá de la muerte. Los que fuesen capaces de evitar este fin, disfrutarían de una vida eterna llena de placeres. Los recién nacidos que morían de arrobamiento, no sufrían tal castigo, sí así sus madres, que habían inculcado desde su útero en el hijo nonato el ímpetu pasional más allá de su consciencia todavía carente de vicios y apegos. En la ilegalidad, se organizaban aquelarres donde se programaban sesiones colectivas de arrobamiento como sacrificio para adorar a algún dios proscrito.

Esta aldea de la que os hablo ha desaparecido: se sabe de su existencia, pero no queda ni rastro de ella. Se dice que nosotros somos una evolución de estos seres pequeños, con un corazón que está más cómodo en nuestro ancho costillar; se dice que de ahí viene nuestro miedo ancestral a mostrar emociones, justificado socialmente como un síntoma de debilidad.

Se dice que es el tiempo de los grandes edificios y los grandes proyectos; de los grandes seres humanos con corazones pequeños. Se dice que, en un futuro no muy lejano, nuestro cerebro crecerá en nuestra cruel e irrefrenable querencia de eliminar nuestras pasiones hasta acabar con ellas, y que finalmente nuestras cabezotas bienpensantes acabarán reventando espontáneamente dentro de un cráneo cada vez más angosto.