jueves, junio 21, 2007

"Podría haber sido de otra manera, y sin embargo quisimos que fuese así."

Reza de esta forma el cartel de bienvenida del planeta. Antes de todo, antes que nada, siquiera antes de plantearme emprender este viaje, pude imaginar el amerizaje en un lugar así. La velocidad de este levante planetario grita evidencias extrañamente incontestables, puede tal vez que por lo raro, puede tal vez que por lo común.

¿Acaso podía imaginarme una réplica exacta de la Tierra? Decididamente no. Y si realmente es así y estamos en un planeta gemelo ... no, no creo. Algo falla. Las causalidades parecen las mismas, las consecuencias idénticas: veo a dos chiquillos en el puerto peleando por jugar con una peonza, un señor mira con envidia el fabuloso bastón labrado de un paseante, un palomo da rienda suelta al consabido cortejo.Incluso en mí, los síntomas son los mismos, es decir, me sudan las manos y me palpita el corazón, como siempre me sucede a la llegada de cualquier nuevo destino, pero la emoción es menos áspera.

Fijándome más detenidamente me parece ver en la mecánica inconsciente colectiva (mecánica que a fin de cuentas mueve cotidianamente nuestro mundo) una especie de falsedad, en ciertos puntos parecida a la nuestra, pero aún más evidente.

Dios mío, aún más evidente.

Absorta en aquellas tristes ideas, interrumpió mis pensamientos la impostada voz de un hombre que meditaba en voz alta sobre el sentido de su existencia.

De repente, tan inmediato como el chasquido de un mechero, lo comprendí todo. Suspiré y sonreí alegremente.

Bienvenidos al Planeta del Teatro. Les deseo mucha mierda.