El eclipse
En estas últimas horas de monótono y precioso rezo propiciatorio local, el balbuceo que se oye desde el barco es más intenso. Tiene la cadencia con que se relatan los cuentos.
Sus lamentos susurran la leyenda de la noche que llegará en el día. El primer sol cederá por fin a los quejidos de los icaritas. Se desvanecerá en un fortuito eclipse, escondido tras la sombra proyectada de Ícaro, desde el segundo sol. Como el espectáculo de los atardeceres y de las pequeñas muertes crepusculares de otros mundos pequeños, sobre pesados mares.
En la luz de la oscuridad llegará el instante clarividente, cuando tomen la consciencia brutal de su origen y del caos primigenio. Desde la fugacidad brotarán las fuentes de la esperanza, también del miedo. De las pequeñas y grandes certezas. Así apagan su Sed: mirando en el abismo. Esconderán sus llantos en las melódicas ráfagas de brisas invisibles, allá en el filo, para volver después a la abrasadora verdad de cada uno de sus días olvidados. Y a la inequívoca verdad de la ausencia total de recuerdos.
Ruith, hace tanto calor... tienes suerte de poder refrescar tu alma en el azul de tus ojos.
3 Comments:
Me gusta mucho lo que escribes¡
pues si vieras lo que dibuja... no sabría decir que prefiero
gracias Yomi...
... ronroneos para ti ;-)
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