jueves, marzo 30, 2006

Ser otonina o no ser: that is the question.

Escribo un cuento lento, con pasos comatosos, entre las ondas de las arenas.
Empiezo a caminar con el atardecer y busco una sombra al amanecer, que me haga de noche.
Dejo que el destiltraje me invada los esfínteres, en busca de cualquier cosa más o menos liquida.
Mi pituitaria tira de mi, me arrastra como un camello enloquecido en busca del espejismo prometido, agarrándose al aroma afrodisiaco de la humedad.

Cualquier atisbo de placer hace días que ha huido de mi, de mi cuerpo en proceso de curtido, hace días.
Una vez pasado el síndrome de abstinencia de la serotonina... mi yo es otro.
He cambiado, he dejado la droga glandular.
Ahora estoy vacío.
Solo tengo un desierto, una noche de estrellas que me miran con recelo, y un edén que me regalará cosas que ya no añoro, una vez que he tenido que deshacerme del pesado fardo del placer.

De vez en cuando, desentierro una rosa del desierto. No puedo cargar con ella, no puedo arrancarsela a la arena... y tampoco quiero. Solo me quedo mirándola un instante, escuchándome, intentando adivinar algún estremecimiento... pero solo resuena el desierto, dentro y fuera de mí.

¿No es esto placentero?

No. No lo es. Es otra cosa... Es una cínica prepotencia, es un triste olvido, es una sobriedad simpática.
Serotonina o estimulación exagerada de los lóbulos prefrontales... esa es la cuestión.

Soy una atención errante, llena de llanura.

¿Quien quiere estar en el desierto?
Camino por el silencio de mis días; es mi consuelo la desolación inhumana del devenir, infalible y segura.



1 Comments:

Blogger pepapoder said...

maravilloso...

10:59 a. m.  

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