Cuentos de la luna mora
A este planeta lo llaman la “luna mora” porque vive mil y una noches sobre 1 día, tan lento avanza en su imperceptible rotación, tan lejana su órbita del astro que lo ilumina, tan exacta su forma de media luna. Sus habitantes, los serenitas, están acostumbrados a vivir el día en la noche. Sus ojos son enormes, con pupilas que abultan unas córneas que llegan a desaparecer casi por completo en el luminoso día mil 2.
La noche ha tenido tiempo y materia para desplegar su encanto. En estas tierras desprende toda su magia a través de todos los sentidos: gusto, oído, olfato, vista, tacto y emoción. Todo es sensualidad matizada de perfumes. A cada brisa, a cada movimiento, a cada roce, se desatan en cadena todas las sensaciones del fino hilo del erotismo.
Envueltos y seguros en esta oscuridad de almizcle, aprovechan la ebriedad de sus largas noches para relatar cuentos inventados sobre la marcha. Les ocupa gran parte de su tiempo. Existe una mitología de proporciones descomunales creada a partir de estos relatos. Historias alegres, tristes, románticas y despiadadas, que van desde el blanco más puro hasta el negro más ciego. La variedad de grises es inmensa.
En el día mil dos, todos se recluyen en sus casas. Horrorizados, un día descubrieron la crudeza y sequedad de lo que les rodeaba; incluso en ellos mismos, tan blancos y vulgares. Se dieron asco. Desde entonces es el día prohibido. Algunos salen de sus casas para delinquir, aprovechando el anonimato de las calles vacías.
… ya en crepúsculo, comienzan a salir de sus casas. Schehrezade, la hija del visir, despierta. Es hora de contar cuentos.
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