lunes, diciembre 26, 2005

Se me gastó la gasolina del mechero...

... menos mal que aquí hay fuego para encender todos los cigarrillos del mundo.

Estoy a punto de descender del barco. Un chico gordito y sucio está delante de mí... se mueve mucho, está indeciso, parece que se hace pis. Le miro, él me mira, sonríe con miedo... susurra entre dientes: "¿Tuytumundú?". "Cucurrucufú", le respondo. Mi cinismo sale espontáneamente. El chico chasquea la lengua y decide salir, valiente. Le cojo la mano, está caliente, como la mano de un recién nacido. No me mirará durante el resto de nuestro paseo.

Caminamos. Hace calor. Oímos gritos. Vemos a la chica del labio hinchado corriendo con la ropa rota y el pelo alborotado, gritando "¡Esto no me compensa, no me compensa!". No entendemos bien, así que tácitamente decidimos no auxiliarla y continuamos nuestro camino.

Un puente enorme nos lleva hasta Frígida. Un frío inmenso me recorre la columna vertebral. Miro al suelo, la capa de hielo es un espejo, una especie de conciencia verdadera. Refleja cosas de mí, cosas que nunca había visto y que imaginaba. El chico gordito es un dragón chino de vivos colores, pero yo soy un monstruo de siete cabezas con otras siete cabezas dentro de cada una. Demasiadas cabezas…

¿Dónde está mi corazón?