jueves, diciembre 29, 2005

¡Por supuesto, todo encaja!

Me gustan los cojines y las narguilas. Me gusta contar mis historias. No me gustan los karaokes, esto me gusta más. Entre chorros de te y nubes perfumadas, hemos contado nuestras experiencias a un auditorio que parecía dramáticamente interesado, por el aspecto de sus ojos, a pesar de estar cómodamente repantigados entre mullidos cojines. Cuando todos acabamos el relato de nuestras peripecias, somos aplaudidos. Un hombre de aspecto sabio, anciano pero inquieto, se levanta de entre el público, y después de un breve silencio, se dirige a nosotros:
“ La resurrección de Frígida, es también nuestra resurrección. Y nuestro querido mundo es el ideal para celebrarlo. Miro vuestro viaje, y es como un fractal de vuestras vidas, una dramática recapitulación. La engañosa inocuidad del planeta joya perturbó vuestros espíritus, os contaminó con ese olor a anís... pero todos fuisteis cómplices de la liberación que lidero Erika y su mesiánico manotazo. Tal acción tiene sus consecuencias... Pepapoderes confirmó mis sospechas, con su escalofriante relato, aquel Segafredo o como se llamara... apestaba a Anís... ¡Lo veis ahora, era un Jodido Joyano! ¡Era un Jodido Joyano! Pero no un Joyano cualquiera, no. ¡Era el mismo que pretendió agarrar con tanta lujuria a Erika, y del que ella consiguió liberarse! Ella fue vuestro baluarte, y Pepapoderes... que grandes sacrificios ha tenido que hacer para ayudarnos a tomar conciencia del complejo e imbricado orden que subyace bajo vuestra aventurada travesía. Pero ahora, tenéis vuestra primera recompensa, el primer tesoro. Todos sabéis, como Erika, lo que tenéis que hacer cuando aparezcan las primeras escarchas, que acabaran congelando vuestros pequeños planetas cardiacos, ¡Darles un manotazo!... Se lo que estáis pensando... y sí, esta claro... ¡fueron los Joyanos los que abandonaron Frígida con tanta crueldad! Evidentemente, vosotros no lo sabíais, pero si intuisteis el pérfido corazón que latía en el pecho de aquellas aparentemente inocuas y blandas criaturas flotantes... ¡Nadie serio va así por la vida!... ¿Verdad, señorita Erika? ... Permitidme dejar descansar vuestras orejas, y sugeriros que dramaticéis la conciencia recién adquirida de vuestra valiente pureza, visitando nuestros baños. El agua caldeada os ayudara a suspirar aliviados ¡De buena os habéis librado!“