jueves, enero 12, 2006

Un solar desolado

He conocido historias personales, unas bellas, la mayoría terribles. Disfrutamos contando lo más sórdido de nuestro historial, tal vez esperando una redención, un beneplácito social silencioso y, como colofón, una moralina benevolente. Pero no somos conscientes de algo: todas dejan cicatrices egoístas. La piel de los que amamos está llena de ellas, salpicando una dermis macilenta y azulada por el frío.

Por fin, decidimos emprender este viaje hacia, tal vez, ninguna parte, guardando agujas y cuchillas. Acariciando una tez preciosa, limpia y sin historia.

Por megafonía acaban de anunciar un nuevo destino. Las puertas del barco se abren.

Bajo del barco. Hay gente paseando que me mira. Y súbitamente, noto en mí un ansia inexplicable que me desborda, me resulta familiar... "no tengas miedo de mi ansia por sentir como lo entierras en mi vientre"... creo que alguna vez pronuncié esas palabras. Cierro automáticamente todas mis puertas blindadas... Al menos, procuraré no cerrar ninguna ventana.