jueves, diciembre 29, 2005

Jacuzzi sin burbujas

Estos indígenas lunaticos son muy parlanchines... estamos sumergidos en un aromático baño de agua caliente y un bañista con una voz muy agradable, lentamente, empieza a hablar...
“ ¿Os habéis dado cuenta de la diferencia? ¿Alguna vez os habéis percatado?... Sí... esta claro... es como la diferencia entre comer a la carta, o comer el menú... Cuando comes a la carta... parece que tienes más hambre que cuando comes el menú del dia... pero ¡No es verdad!... en realidad no suele ser asi. Y uno piensa... “No puedo comer todos los dias a la carta” no, no puedo... pero si que puedo comer con las mismas ganas... No se... todavía puedo encontrar una metáfora mejor... es una diferencia sutil. Vosotros... tenéis caras de inocentes... ¿Recordáis cuando erais niños?... ¿Sabéis lo que es la fuerza de voluntad? La codicia del hombre por vivir más. Pero solo estamos entusiasmados cuando dejamos que el entusiasmo aterrice en nuestros corazones tranquilos... Y ese entusiasmo, tiene vida propia, tenemos que dejarle habitar dentro de nosotros y que se desenvuelva de maneras arriesgadas; cuando intentamos apropiarnos de él, lo estrangulamos...”
- ¡O te tira por la borda! – le interpela Erika. A Mel le da un ataque de Risa.
El hombre parlanchín se sumerge totalmente en el baño, aguanta debajo del agua cerca de un minuto. No vuelve a salir él, o sí.
- ¡El pequeño Buda! – Grita Ángel.
- ¡Hola!
- ¡Eh! – le interpela Pepapoderes – antes de que vuelvas a desaparecer, ¿Cómo era eso del temor, el miedo? ¿Me repites?... ¿Tu has visto lo que el Sifrido tenia entre...? Ufff... – Se sumerge hasta la nariz, con cara de fastidio. El niño la mira divertido y empieza a recitar:
- “Oro parece...
- ¡El plátano! – Grita desgarrada Pepapoderes, interrumpiéndole, con desesperación. Mel, de pronto se pone rojo como una sandia abierta, aprieta los labios con fuerza, parece que va a reventar, y estalla en una carcajada estruendosa.
- ¡Mierda!- Pepapoderes le esta devolviendo una mirada furibunda a Ángel que la observa con asombro.
- ¡Vaya! ¡Un caso típico de adivininzadora obsesiva compulsiva! – Le espeta, sin desviar la mirada.
- ¡Vete a la mierda!¡Dejadme en paz! Como a alguien se le ocurra decir una adivinanza... ¡Lo mató!, a ti también niño pelón, deja de reírte, soy capaz de pillarte antes de que desaparezcas... ¡Cállate Mel!
- ¡Alucinante! – Dice Erika, antes de soltar una gran bocanada de humo.