domingo, febrero 26, 2006

Fragmento de un cuento popular que aun puede ser oído en las viejas tabernas de los puertos de El Largo Y Cálido Septiembre

De los errantes se dice que no tienen voz, que sus labios gastados, agrietados y secos perdieron el poder de pronunciar el verbo cuando el dolor quebró sus gargantas. No poseen morada, ni tierra donde descansar los huesos. La condena a la búsqueda de lo que sienten que perdieron y no conocen les impulsa a caminar de continuo entre abismos e hiedras, a alimentarse de frutas amargas y esconderse del reflejo de los espejos.
En las largas noches buscan el fuego de las hogueras de sus almas y cantan blues sobre sueños y castillos de hadas entre cartones y bolsas de basura acumuladas como torres que hieden a cloaca. visten los despojos de antiguas noches de caricias y miradas.

Albert se levantó de su camastro de sueños moribundos y saliendo de la madriguera de cajas al frío observó con sus ojos cansados las estrellas. Su sombra se acomodo entre los huecos del páramo de desechos que desperdigados esperan la muerte en el olvido. Sintió como el peso de su alma lo hundía en la tierra putrefacta. Un viento frío arremolinó sus grasos y pesados cabellos haciéndolos bailar como fantasmas. Cubriéndose con el pestilente manto de sus miserias abrazó su cuerpo viejo y dolido y cruzando los brazos sobre su pecho venció la cabeza dejándose morir por un breve instante.

- ¿Tienes frío Albert? - Preguntó la destrozada voz de la vieja Lorna con mil años de aguardiente en las venas ahogándola, casi ciega de ojos casi blancos. Asomada a la abertura de cartón podrido sus huesos repetían la pregunta. Había ternura en aquella voz gastada y rota, en aquellas manos que olvidaron las caricias, en aquel rostro que olvidó las palabras de amor, en aquel cuerpo gastado surcado de años de sufrimiento que ansiaba el leve y cálido roce de una mano amable.

- No Lorna, no - Le sonrió Albert con ternura infinita a su compañera de caminos vacíos y basureros - abrazo al niño que llevo dentro, que aun calienta mi pecho y me despido de él por que mañana habré muerto -

Lorna lo miro largamente y sonrió con su único diente.

- Entonces, amigo Albert mañana al fin habrás llegado al final del camino sin encontrar lo que buscas. Espero que no te importe que me quede con tu manto y tus botas, las necesitaré para mañana cuando continúe mi camino al sur, quién sabe quizás allí estén los palacios de oro donde él me espera -


Al día siguiente Albert amaneció muerto, de pie y abrazado, mustio como un árbol seco, estaca en el suelo, baliza de los errantes, faro de los putrefactos y desterrados, de los poetas malditos de pies de barro y largos cabellos de cieno.
Lorna, partió sin tocarle nada, tan solo le dejó un beso marchito de alcohol y sangre de sus labios viejos.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me gusta¡ si¡ me encanta¡ monstruo¡

9:20 p. m.  
Blogger AnnaRaven said...

*speechless*
:O

10:54 p. m.  

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