martes, febrero 07, 2006

Hic!

- De gonodgo de algo... zzí, inzishto... vienes musho bor aguí?
- ¡Que no, caracráter! ¡¡Anda, ve a escupirle tu baba a otra idiota!!

Una mínima interrupción ante pantagruélico festín merecía todo mi desprecio... Si alguna vez soñé cuál era mi particular planeta del juicio final, definitivamente era más parecido a esto... ¡Bocados de dioses y monstruos! Y lo mejor de todo, tenía ante mis ojos la más vasta variedad de alcoholes: los exquisitos, los clásicos, los mentirosos, los olvidados, los llorones, los terapéuticos, los cabezones, los exóticos, neuróticos y cabrones, los exigentes, los mirones, los alegres, los chillones, los fugaces, los ladrones, los exuberantes, los meones ...

... no sé cuánto tiempo pasó, pero de repente me vi abrazada a una vieja y malograda mujer que me contaba sus penas de amores, allá por los años perdidos de la memoria... Según me decía entre lágrimas, ella era guapa de joven, muy guapa, pero tan puta, que los hombres, tras hacer un feliz uso y abuso de su feminidad, decidían enterrarla en la fosa común de rameras fáciles de la memoria masculina. Ella fue muy feliz, hasta que los hombres dejaron de serlo a su lado. Entonces se sintió sola, absurdamente acompañada por una sexualidad de vieja verde que no daba la talla.

Lloramos juntas, berreando todas las canciones de Gaingsbourg, su cantante fetiche. Brindamos. Unas 100 veces. Vomitamos juntas, para volver a beber en un solemne ritual de hermanamiento interestelar.

Tu es un fumeur de Gitane... Moi je suis...

Calló durante un tiempo. Me miró. Me besó apasionadamente y me invitó a su habitación. Me dispensé con toda la elegancia que mi lengua de trapo me permitió:

"Usted disculbe señora... en esa mesa me esbera un baboso simbático..."

Oui je t'aime... moi non plus.... Y siguió cantando agarrada a su botella llorona.