domingo, febrero 12, 2006

Sr. Baboso...

Entre copa y copa, contemplo bazofia borracha que agita sus sucias fauces sedientas de felicidad.



Señor Baboso, no me diga usted que todos necesitamos esto. Permítame que le diga que no es más que forraje de ganado fútil, eso es lo que es. Somos sólo fieras feroces que se afanan en devorar con ansia sus frágiles destinos. Sólo zorros del desierto escarbando fragmentos de vida. Ahora que lo ha conseguido, ¿se siente usted más feliz?

No obstante, señor Baboso, me dará usted la razón... ¿si no hay dolor, por qué nos aferramos a la superficie? ¿si no hay daño, por qué todos los barcos de su puerto zozobran?

Sí, lo sé… usted esperaba que íbamos a fornicar a gusto mientras sostuviésemos el cetro de la fatalidad. Pero, lo siento, no llegamos a ser felices del todo. En fin… déjeme comer y beber a gusto señor, y por favor no me babee, mientras me planteo todo esto.

El señor Baboso tiene la cara brillante de tanto esputo que sale por mi boca borracha. No falla. ¿Por qué los ebrios pronunciamos las bilabiales con tanta vehemencia?

Tengo una copa roja en una mano y un puro en la otra. Y estoy esperando el bufido de mi barco. Entonces subiré.