lunes, febrero 20, 2006

La Madre Oscura

Hay algo insoportable en este planeta, que me esta poniendo enfermo. Necesito algo más que caucasianos… Voy deambulando por las calles, y veo a una chica hermosa y feliz… hermosa y feliz, ¡pero sin regalos!. Me mira con curiosidad. Obviamente también valora el hecho de que mi único paquete es uno que solo puedo compartir, y me sonríe con una sonrisa deliciosa, mientras empieza a bailar a mi alrededor hipnotizándome con el vientre y el ombligo más asombroso que jamás soñé… Absolutamente atrapado, no puedo evitar querer tocar una pequeña cicatriz también sonriente, debajo de aquel ombligo todopoderoso…
- Tú eres especial… Ven conmigo, y te contaré una historia especial….

Hace mucho, mucho, mucho tiempo, tanto que quizás tu seas la ultima persona que escuche esta historia antes de que se olvide para siempre, los habitantes de este planeta eran… ¿Felices?... Hummm… no se si esa es la palabra… El caso es que estaban contentos y satisfechos con su vida… ¿Puedes imaginártelo? En fin, era un planeta de hombres y mujeres felices con niños y niñas felices... Para poder comprender lo felices que eran, tienes que entender cómo eran las cosas en aquel entonces. Hay que saber que por aquellos días, todos los habitantes de este planeta, nacíamos con una bolsa marsupial en la tripa…¡Sí! Como los canguros¡ teníamos una pequeña bolsita debajo del ombligo…, pequeña, suave, calida. Siempre que una persona metía mano en su bolsa para buscar, sacaba de ahí una sustancia orgánica, llamada Aternurita calida, muy abrigadora. Había, pues, mucha demanda de Aternuritas calidas, porque siempre que alguien recibía un Aternurita calida, eso le hacía sentirse muy contento y abrigado. La gente que no recibía Aternuritas calidas con regularidad estaba en peligro de contraer una enfermedad en la espalda, que le hacía encogerse y morirse de frío.
En aquellos días era muy fácil conseguir Aternuritas calidas. Se daba la curiosa circunstancia de que las Aternuritas calidas ajenas, siempre eran más apetecibles que las propias… Cada vez que alguien tenía ganas de una, iba a tu encuentro y te decía: “Me gustaría recibir una Aternurita calida”. Entonces uno metía la mano en su bolsa y sacaba un poco de Aternurita, del tamaño de la mano pequeña de una niña. Tan pronto como la Aternurita salía a la luz del día, se iluminaba con un resplandor dorado y florecía transformándose en un Aternurita calida, amplia y abrigadora. Entonces tú colocabas una encima del hombro, o de la cabeza, o sobre las piernas de la persona, y la Aternurita se le acomodaba perfectamente, deshaciéndose contra su piel y haciéndole sentirse lleno de contento. La gente siempre se estaba pidiendo mutuamente Aternuritas calidas; y puesto que siempre se daban gratis, no era ningún problema tener siempre bastantes consigo. Había suficientes para todos, y por consiguiente cada uno se sentía feliz y estaba muy cómodo y abrigado la mayor parte del tiempo.
Cierto día, una bruja mala, alienígena, y dueña de un emporio intergaláctico de artículos de regalo, se enfermó de ambición, porque todo el mundo estaba tan feliz que nadie se ocupaba de comprar regalos y artículos de lujo. La bruja era muy lista e ideó un plan perverso. Una hermosa mañana, la bruja se acercó cautelosamente hasta un niño feliz y satisfecho, que urgaba distraídamente su bolsita marsupial, mientras su madre jugaba con su hermana, y le murmuró al oído: “Niño, mira nada más la cantidad de Aternurita que tu mamá le está dando a tu hermana. ¿Sabes?, si lo sigue haciendo así, va a acabar por quedarse sin ninguna Aternurita ¡y no quedará ninguna para ti!”
El niño quedó estupefacto. Volviéndose a la bruja preguntó: “¿Quieres decir que no siempre habremos de encontrar una Aternurita calida cuando la busquemos en nuestra bolsa?” A lo que la bruja respondió: “No, desde luego que no; y cuando las Aternuritas se terminen, ya no podrás tener más”. Y diciendo esto, se fue volando, montada sobre su escoba, riéndose y cacareando por el camino.
El niño tomó la cosa muy a pecho y comenzó a fijarse cada vez que su madre le regalaba Aternurita calida a alguien. Acabó por sentirse muy preocupado y disgustado, porque le agradaban mucho las Aternuritas calidas de mamá y no quería renunciar a ellas. Pensaba que ciertamente no era justo que ella estuviera desperdiciando todas sus Aternuritas calidas en los niños y en otras personas. Así empezó a quejarse cada vez que veía a su madre regalar un Aternurita calida a alguien; y como su madre lo quería mucho, dejó de darles Aternuritas calidas con tanta frecuencia u la personas, y las reservó sólo para él.
Los demás niños se fijaron en lo que sucedía y pronto comenzaron a pensar que era malo regalar Aternuritas calidas cada vez que alguien las pedía o tenía ganas de ellas. Y también ellos se volvieron muy cuidadosos en eso. Observaban a sus padres muy de cerca y siempre que les parecía que ellos regalaban demasiadas Aternuritas a los demás también comenzaron a oponerse. Poco a poco se sintieron muy preocupados cuando ellos mismos regalaban demasiadas Aternuritas calidas. Y a pesar de que ciertamente encontraban un Aternurita calida cada vez que la buscaban en su bolsa, poco a poco dejaron de meter la mano en ella, volviéndose más y más egoístas, con lo que comenzó un proceso de atrofia en las bolsitas marsupiales. Muy pronto la gente empezó a darse cuenta de la escasez de Aternuritas calidas y comenzó a sentirse menos contenta y abrigada. Empezaron a encogerse y, de cuando en cuando, había algunos que se morían por falta de Aternuritas calidas. Así, más y más gente iba en busca de la bruja para comprar ositos de peluches, y mantitas de franela, aunque no resultaban efectivos.

Y sucedió que la situación se iba poniendo muy difícil en verdad. La bruja mala, que contemplaba todo esto, no quería en realidad que la gente se muriera (puesto que los muertos ya no podían comprar sus artículos de regalo) por lo que ideó un nuevo plan. A cada uno se le dio una bolsa cinturón riñonera que pretendía sustituir a la bolsa marsupial natural, salvo que aquella era una bolsa muy fría, mientras que la autentica era caliente y acogedora. Dentro de la bolsa de la bruja había Amargurita fría. Esta sustancia no hacía que las personas se sintieran abrigadas y contentas, sino que, por el contrario, les hacía sentirse frías y amargadas. Pero sí lograban impedir que la espalda se les encogiera, porque les hacia quedarse rígidos y envarados. Por lo que de ahí en adelante cada vez que alguien decía: “Yo quiero un Aternurita calida”, las personas que temían agotar su reserva de ellas respondían “No puedo darte un Aternurita calida, pero ¿no te gustaría recibir una Amargurita fría?” En algunas ocasiones, dos personas se acercaban una a la otra, pensando que iban a recibir un Aternurita calida, pero uno u otro cambiaba de parecer y terminaban por darse mutuamente Amargurita fría, Por lo que el resultado fue que, aunque muy pocas personas se morían, sin embargo muchas seguían desdichadas, sintiéndose extremadamente frías y amargadas.

La situación se complicó muchísimo porque, desde la llegada de la bruja, las Aternuritas calidas eran cada día más escasas, debido a la atrofia por falta de uso de las bolsas marsupiales; por lo que las que anteriormente eran gratuitas como el aire libre, ahora eran extremadamente raras y de mucho precio. Esta fue la causa de que la gente hiciera toda suerte de cosas para conseguirlas. Antes de que apareciera la bruja, las personas acostumbraban reunirse en grupos de tres, cuatro, o cinco, sin que a nadie lo importara demasiado quién le estuviera regalando Aternuritas calidas a quién. Pero a partir de la llegada de la bruja, la gente empezó a dispersarse por parejas y a reservar todas sus Aternuritas calidas exclusivamente el uno para el otro. Las personas que, olvidándose de sí mismas, le regalaban a otro una Aternurita calida, inmediatamente se sentían culpables por ello porque sabían que su compañero seguramente resentiría la pérdida de una Aternurita calida. Los que no lograban encontrar un compañero generoso, tenían que comprar sus Aternuritas calidas y trabajar durante largas horas para ganarse el dinero necesario para adquirirlas.
Hubo personas que, de alguna manera, se hicieron “populares” y con eso recibieron muchas Aternuritas calidas sin tener que devolver ninguna a cambio. Entonces esta gente vendía dichas Aternuritas calidas a quienes no eran “populares” y que necesitaban de ellas para poder sobrevivir.
Otra cosa que sucedió fue que algunas personas tomaban Amargurita fría -que las había disponibles gratuitamente y en cantidad ilimitada- y las recubrían de un material blanco y esponjoso, haciéndolas pasar por Aternuritas calidas. Estas Aternuritas calidas falsificadas eran en realidad Amargurita fría de Plástico, y ocasionaban nuevas dificultades. Por ejemplo, dos personas se reunían e intercambiaban libremente Amargurita fría de Plástico, cosa que esperaban les haría sentirse bien y contentos, pero, en vez de eso, se separaban sintiéndose muy mal. Y como pensaban que lo que habían estado intercambiando mutuamente eran Aternuritas calidas, quedaban sumamente desconcertados, sin darse cuenta de que los sentimientos fríos y espinosos que sentían eran en realidad el resultado de que les habían dado muchas Amargurita fría de Plástico.

Así, la situación llegó a ser muy deplorable; y todo comenzó por la llegada de la bruja, que hizo creer a la gente que algún día, cuando menos lo esperaran, podrían meter la mano en su Bolsa de Aternuritas calidas y descubrir que se les habían agotado.

No hace mucho, una mujer joven de grandes caderas, del planeta New Age, llegó a este desdichado planeta. Los naturales de su planeta, quizás por un antepasado común también nacían con una bolsa marsupial, con las mismas características que la que teníamos nosotros. Al parecer, ella desconocía todo cuanto se refería a la bruja mala, y no se preocupaba en lo más mínimo de que se agotaran sus Aternuritas calidas. Las repartía generosa y libremente, aun cuando no se las pidieran. La gente la llamaba la Madre Oscura y no la aceptaba, porque estaba comunicándoles a los niños la idea de que no deberían de preocuparse de que las Aternuritas calidas pudieran llegarles a faltar. A los niños les caía muy bien, porque se sentían muy contentos junto a ella; y así comenzaron a regalar Aternuritas calidas siempre que les venía en gana.
Las personas mayores, preocupadas, tomaron cartas en el asunto y decidieron emitir una ley para proteger a los niños contra el despilfarro de su provisión de Aternuritas calidas. La ley declaró ser una ofensa criminal repartir Aternuritas calidas con atrevimiento y precipitación y sin tener licencia para hacerlo. Sin embargo, a muchos niños no les importó nada lo sucedido y a pesar de la ley continuaron regalándose mutuamente Aternuritas calidas siempre que les venía en gana y siempre que se las pedían. Y como había muchos, muchos niños, casi tantos como personas mayores, parecía que ellos acabarían por salirse con la suya.

Pero llegaron tiempos difíciles... ¿Lograrían las fuerzas adultas de la ley y el orden frenar el atrevimiento y precipitación de los niños? ¿Se unirían los adultos a la Madre Oscura y a los niños aceptando el riesgo de que siempre puede haber tantas Aternuritas calidas cuantas sean necesarias? ¿Se acordarían de los días que sus niños estaban intentando recuperar, el tiempo en que las Aternuritas calidas abundaban porque la gente las regalaba gratuitamente?...
Bueno… ya sabes lo que pasó. Las bolsas marsupiales se fueron atrofiando, hasta tal punto que su falta de uso empezó a causar graves problemas de salud, por lo que empezó a popularizarse la practica de extirpar a los recién nacidos las glándulas productoras de Aternuritas calidas y coserles sus bolsitas marsupiales, de ahí esta cicatriz… Ni que decir tiene que la bruja se salio con la suya… El negocio de la Amargurita Fría conquisto el planeta, y luego se diversifico a todo tipo de artículos.
Pero bueno… Es peligroso hablar de la Madre Oscura, casi ilegal, un tabú, así que no puedo decirte que hay gente que dice que sigue viva, y que hay disidentes que tienen a sus hijos lejos de los hospitales y sus ciudades, y que los animan a conservar y usar su bolsa marsupial. Tampoco puedo decirte que dicen que hay gente que hoy en día, ha conseguido recibir una Atenurita calida real, y que eso ha cambiado sus vidas para siempre… como no puedo decirte nada de esto… tu no lo has podido escuchar…

- Vuelve a bailar para mi.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me encantaria que el cuento fuera mio... pero lo hago mio, del todo.
El legitimo autor es Claude Steiner. Aternuritas calidas para él.

8:40 p. m.  
Blogger Angel said...

Brindo a tu salud Altair. Aternuritas calidas para ti... ¿No se gastaran verdad? ;)

11:59 p. m.  

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