miércoles, marzo 22, 2006

Au.

Navegamos bajo una noche. El cielo es devorador, estrellas nuevas y seductoras. Y una luna.

Una luna inmensa y tiránica. Parece la luna más llena del universo, única para una primavera eterna.

Mi hígado se revuelve en mi costado, con una lujuria rabiosa. Quiere aullar, con una boca babeante y lasciva.

Es una luna torturadora, que condena a la consciencia a sus licántropos, conscientes de las caricias que laten en las puntas de sus garras brillantes.