domingo, noviembre 26, 2006

Vueltas

- "nos preguntábamos por esos derviches de la danza eterna..."
- pues verá... un día empezaron a girar, pero absortos como están se les ha olvidado parar, tal vez porque no recuerdan por qué motivo empezaron, tal vez porque desconocen cuándo acaba una vuelta y empieza la siguiente, y el ciclo de su círculo queda siempre inacabado. Como esos rosarios de cuentas infinitas que ve en las manos de aquellos fieles.

miércoles, noviembre 22, 2006

La notable embriaguez.

Embriagado estoy... sigo empapado de cerveza planetaria...
y como planeta giro... como asteroide errabundo.

Voy de triunfo en triunfo
de conspiracion en conspiracion.

Tejo los gobiernos futuros, y me entronizan Dioses lejanos y desconocidos.

Me arrastan los compañeros, mientras se despliega inexorable un otoño, en el planeta madre.

Mirad al cielo, hermanos.

Haced que vuestra conciencia, se haga dueña conquistadora de un grito audible...

y compadeceos de este pobre embriagado, que enmudece con cada latido de Sú corazón.

viernes, noviembre 17, 2006

¡Qué cabeza la de Gunter!

Gunter era el hijo de Petra, la condesa Notable, y el notable ministro del Ministerio de los Recuerdos en el Planeta de los Despistes.

Gunter vivió feliz como hijo único junto a sus padres, criado por su tata Olvido Diza, una oronda y dicharachera señora conocida y querida por todos los lugareños. Dícese que a la señora Diza le gustaba el pirriaque, aunque nadie está del todo muy seguro, y que disfrutaba dando largos paseos con Gunter charlando sobre la vida, para acabar el día dándole un vasito bien caliente de leche con cognac en el largo beso de buenas noches y relatos de cuentos. Olvido murió en un olvido, confundiendo en un despiste Beefeater con Volvone, o al menos eso dicen. Gunter sintió mucho su ausencia.

Gunter creció y se convirtió en un vigoroso muchacho deseado por todas las chicas. Visitaba diariamente un gimnasio donde musculaba sus bíceps y abdominales. Un día olvidó allí sus zapatillas, que inmediatamente fueron robadas por el envidioso Isidro, y enojado como estaba salió corriendo a comprar otras nuevas, descuidando nuevamente en la taquilla un primoroso regalo que Gunter había confeccionado para su primer amor, Frida Cabeza. Gunter se percató dos horas después, camino de su casa con sus recién adquiridas zapatillas, golpeóse fuertemente la cabeza contra un muro ante semejante olvido. Salió corriendo a comprarle un par de compactos de Enya, olvidándose en la tienda las zapatillas.

Percatóse Gunter del descuido en plena acampada al vivac con su amada, entre besos furtivos y miradas coquetas, proyectando su enfado hacia Frida, como causante de su enajenamiento amoroso. Pero había algo con lo que Gunter no contaba: Frida detestaba a Enya. Enérgicamente se lo hizo saber. Por decirlo suavemente, los apelativos volviéronse progresivamente menos dulces. El final fue sangriento como nunca se recuerda en el Planeta de los Despistes.

Y así fue como se instauró la norma oficial de no regalar ni felicitar en cumpleaños u onomásticas. Incluso se llegó a escribir un decálogo de comportamientos prohibidos, sancionados firmemente por la ley.

Pero enseguida todos lo olvidaron.

jueves, noviembre 09, 2006

Mirando los zapatos....

Parece ser que, en un descuido, se produjo el pecado original. Una chica desnuda (¿o tal vez era un joven?) le dijo a un chico:

- Casualmente he encontrado una manzana, ¿tienes hambre?
- Pues no lo recuerdo, supongo que sí.
- Come de mi manzana...
- ¡Gracias mi amor! Sólo tú sabes saciar mi supuesta hambre. Supongo que comer de los frutos de este árbol del Bien y del Mal no nos producirá ningún mal, ¿no es así?
- Probemos....

Siglos más tarde, resultó que, en otro descuido, un funcionario mirando la puesta de sol, pulsando descuidado un botón muy bonito, produjo la fusión nuclear
... una serie de descuidados intereses privados provocó una guerra nuclear... O al menos, eso dicen.

Nadie conoció nunca las razones, por lo que hubo una paz mundial sin rendiciones ni concesiones, pero sobre todo sin precedentes. Todos estuvieron de acuerdo en no tener la culpa, ya que no había culpas que admitir. Puesto que a todos se les olvidó en un descuido.

Un viejo y descuidado magnetófono de la desordenada librería de la plaza principal del archivófono de la Real Capital rezaba lo siguiente:

- La guerra la iniciasteis vosotros...
- No... ¡¡¡fuisteis vosotros!!!
- Pero acaso no os acordais del exterminio?
- ehh... no... ¿acaso os acordáis vosotros?
- mmmm... pues no... ¡mirad! ¡alguien ha dejado una botella del mejor champán francés aquí, justo en la mesa de negociaciones! ¿brindamos por la paz mundial?
- ¡brindemos pues! ¿sin rencores?
- esto... ¡sin rencores!

En dicho archivo se pueden encontrar -si lo pretendes- unas deslucidas fotos de un viejo capellán y un almirante con las gafas torcidas que se dan la mano en un descuidado ademán de "no-sé-qué-hago-aquí-cuando-quisiera-tomar-unas-cañitas-con-mis-colegas".

Presiento que en realidad se están mirando los zapatos.

El Planeta de los Descuidos (2)

Es un planeta sin lunas.

Hace milenios, tenía cuatro... Pero en un descuido, acabaron todas en la misma órbita y colisionaron, provocando la más impresionante lluvia de meteoricos de colores jamás vista...

... "jamás vista" porque no la vió nadie en el planeta. Los pilló a todos en un descuido, mirándose los zapatos...



lunes, noviembre 06, 2006

El Planeta de los Descuidos

“El Planeta de los Descuidos” es un mundo que no tiene nombre, simplemente un día se olvidaron de dárselo.
Es pequeño, bastante desordenado, sumido en el más completo de los desordenes. En sus ciudades los edificios tienen ventanas de menos o de más; carecen de tejado o puerta de entrada o simplemente se caen porque a alguien se le olvidó construir los pilares. Calles y avenidas terminan en ninguna parte, las señalizaciones indican lo contrario y aparecen monumentos sin terminar que nadie recuerda que conmemoraban.
En cualquier bar es normal que la bebida te la sirvan sobre la barra, pues al camarero se le ha olvidado el vaso, o puede que te sirvan el vaso sin bebida. Enfermos agonizantes esperan médicos que aun andan buscando la agenda sin saber donde coño la pusieron; la gente camina semidesnuda intentando recordar a donde tenían que ir exactamente mientras niños esperan a las puertas de sus colegios al padre que tendría que recogerlos. Cantidades enormes de paquetes urgentes llevan días o semanas de retraso atascados en las oficinas de correos y los comerciantes esperan escudriñando impacientes sus relojes a que lleguen las mercancías.
Un conductor descuidado se salta un semáforo en rojo atropellando a varios transeúntes que descuidados charlaban alegremente en medio de la calzada. Un descuidado policía detiene a una descuidada ancianita que en su descuido había metido en su bolso un collar de perlas que un descuidado pescadero le había vendido confundiéndolo con un besugo. Mientras un descuidado saxofonista sopla apasionadamente la oreja de una bella señorita que descuidada piensa que es su novio el que la babosea y ríe jocosa y descuidada de lo que los demás puedan pensar de ella.

Este es El Planeta de los Descuidos donde nadie se acuerda a tiempo de las fechas señaladas, donde enamorados esperan impacientes arrodillados ante altares a que llegue su amor. En él tu nombre no será recordado minutos después de haberte presentado y cualquier objeto que compres no sirve de nada puesto que en un descuido se han olvidado de terminarlo correctamente.

Cuidado Pepapoder! No te descuides con los escalones al desembarcar.