martes, febrero 28, 2006

No le miran


pero no le importa...

Él tampoco les está viendo.

Sólo mece susurros olvidados por todos, menos por su memoria.

... y sigue esperando, absorto en su triunfo maldito sobre la Renuncia.

Berkano.


Veo un bosque de árboles viejos y deshojados.
Cada uno de sus troncos gruesos, es un vientre abierto.

En uno de esos vientres veo un bulto acurrucado entre sombras.

No puedo evitar acercarme.

- Hola… ¿Esta bien?

Un rostro arrugado y macilento me mira con ansiedad.

- ¿Bien?... Ya recuerdo. Le he visto… a usted y a sus compañeros.
- ¿Nos ha visto?... Entiendo…

El hombre acurrucado revuelve su torso, y deja ver otro bulto pardo y ondulante. Siento un nudo en el estómago.

- Tómelo… por favor..

Me inclino sobre el vientre del árbol, y sostengo el ofrecimiento.
Sí. Una criatura, silenciosa.
Los ojos del arborícola me miran fijamente, con curiosidad. Lo sostengo, lo mezo…

- Usted no lo sabe… pero las criaturas siempre eligen el brazo siniestro de sus madres. Así pueden susurrarse de corazón a corazón, la confidencia de la ternura… usted no lo sabe… pero han sido los forasteros los que nos lo han enseñado…
- ¿Cómo se olvida un instinto?
- No, no se olvidan… son los instintos los que nos olvidan a nosotros. Nos dejan solo su nostalgia y las leyendas…

Le devuelvo la criatura, y el recompone su útero de sombras, en el vientre del árbol.
Esto no me lo esperaba.





domingo, febrero 26, 2006

¿Eres tú? Casi no te reconozco...

... ya empiezo a escuchar los lamentos. Desde la barca con la que nos dirigimos hacia la orilla, desde el más oscuro rincón de las gargantas, desde las voces vacías, desde mi estómago revuelto.

Retumban sollozos primigenios, atávicos.

Mis pasos desnudan el camino del páramo. Aún siento los vestigios de lo que tiempo atrás pareció ser un vergel. Quién sabe, a lo mejor es una visión absurda de mi cabeza. Es todo tan triste...

Una voz silbante acaricia mi cara: "¿Eres tú? Casi no te reconozco...".

- No señor, creo que se equivoca, aquél a quien espera no viene en este barco, al menos eso creo...

- ¿Qué te dijeron?

- Que volverían, estoy segura...

- Entonces, diles que seguimos esperando. Préstame tus brazos, tu suave sonrisa y tu alma, necesitamos que transmitas este mensaje de amor y espera...

Sus pupilas se quebraron y me abrazó, envolviendo mi cuerpo en un cariño estremecedor, una cálida y anhelante manta de imágenes y suspiros apagados. Una ternura más fuerte que yo hizo que cerrara mis brazos en torno a él, y sentí a través de su pecho el chasquido del llanto reprimido. Uní mi rostro a sus rogantes mejillas. Inhalando su aire exhalado, respiré... "mañana volverán". Entre mis dedos se fue gestando la delicada textura de la esperanza con el roce del hombre agradecido y amado.

Los vientos cambian, y gotea la pegajosa miel de los últimos días desde la luna de agosto. La luz del atardecer señala una nueva estación: septiembre está a punto de comenzar.

Fragmento de un cuento popular que aun puede ser oído en las viejas tabernas de los puertos de El Largo Y Cálido Septiembre

De los errantes se dice que no tienen voz, que sus labios gastados, agrietados y secos perdieron el poder de pronunciar el verbo cuando el dolor quebró sus gargantas. No poseen morada, ni tierra donde descansar los huesos. La condena a la búsqueda de lo que sienten que perdieron y no conocen les impulsa a caminar de continuo entre abismos e hiedras, a alimentarse de frutas amargas y esconderse del reflejo de los espejos.
En las largas noches buscan el fuego de las hogueras de sus almas y cantan blues sobre sueños y castillos de hadas entre cartones y bolsas de basura acumuladas como torres que hieden a cloaca. visten los despojos de antiguas noches de caricias y miradas.

Albert se levantó de su camastro de sueños moribundos y saliendo de la madriguera de cajas al frío observó con sus ojos cansados las estrellas. Su sombra se acomodo entre los huecos del páramo de desechos que desperdigados esperan la muerte en el olvido. Sintió como el peso de su alma lo hundía en la tierra putrefacta. Un viento frío arremolinó sus grasos y pesados cabellos haciéndolos bailar como fantasmas. Cubriéndose con el pestilente manto de sus miserias abrazó su cuerpo viejo y dolido y cruzando los brazos sobre su pecho venció la cabeza dejándose morir por un breve instante.

- ¿Tienes frío Albert? - Preguntó la destrozada voz de la vieja Lorna con mil años de aguardiente en las venas ahogándola, casi ciega de ojos casi blancos. Asomada a la abertura de cartón podrido sus huesos repetían la pregunta. Había ternura en aquella voz gastada y rota, en aquellas manos que olvidaron las caricias, en aquel rostro que olvidó las palabras de amor, en aquel cuerpo gastado surcado de años de sufrimiento que ansiaba el leve y cálido roce de una mano amable.

- No Lorna, no - Le sonrió Albert con ternura infinita a su compañera de caminos vacíos y basureros - abrazo al niño que llevo dentro, que aun calienta mi pecho y me despido de él por que mañana habré muerto -

Lorna lo miro largamente y sonrió con su único diente.

- Entonces, amigo Albert mañana al fin habrás llegado al final del camino sin encontrar lo que buscas. Espero que no te importe que me quede con tu manto y tus botas, las necesitaré para mañana cuando continúe mi camino al sur, quién sabe quizás allí estén los palacios de oro donde él me espera -


Al día siguiente Albert amaneció muerto, de pie y abrazado, mustio como un árbol seco, estaca en el suelo, baliza de los errantes, faro de los putrefactos y desterrados, de los poetas malditos de pies de barro y largos cabellos de cieno.
Lorna, partió sin tocarle nada, tan solo le dejó un beso marchito de alcohol y sangre de sus labios viejos.

viernes, febrero 24, 2006

El lamento de Elyc de Melnibone.


Nuestras almas son animales errantes…
¿Dónde se fueron aquellos que conocían nuestros nombres?

El páramo, el viento y su silbo… los evocan, sin duda.

Soy asombrado por los senderos de este animal errante, navegando en mi.
Mi asombro es locura.

He de preguntar, a cada forastero que llega, si trae consigo las palabras que olvidamos.
Tan olvidadas están, que quizás nunca existieron, que quizás sean imposibles.
Como si fueran la blasfemia más hermosa.

Este animal errante, no respira.
Se duele, un suspiro tras otro, una ola tras otra.

A veces tanto olfatea, que seduce a la brisa, que el horizonte brilla.

jueves, febrero 23, 2006

Los Elycs: El planeta de El Largo Y Cálido Septiembre

... y permanecieron expectantes, contemplando el cielo, escuchando la vaguedad del Universo.

Así es como los Elycs mantienen las esperanzas de los bienamados. Ante la promesa de un incierto destino, les dijeron que volverían a buscarles con parabienes y riquezas más allá de lo material.

Si les preguntas, te dirán que fue ayer cuando partieron: "Mañana llegarán". Pero lo cierto es que su ida está escrita en el libro de los tiempos. Llegó finalmente el momento en que esta circular tristeza se convirtió en melancolía, paralizando el alma y el cuerpo de los expectantes y, con la fuerza de su pena, el crecimiento de los árboles, de la hierba, de las flores... paralizó mareas, e incluso la rotación de este planeta olvidado. Todo se para. Todo separa...

Los Elycs, bellos autómatas de ojos grandes y llorosos, de voz tenue y triste. De cabellos ralos y canos. De compás de espera. Elycs de simples anhelos. Cuentan los visionarios que, tras un largo y cálido septiembre de felicidad infinita corrompida por el éxodo, se producirá el reencuentro de los viajantes, aquéllos que marcharon a buscar... ya no se sabe qué.

Atraca el barco. Ánimo, te están esperando.

lunes, febrero 20, 2006

La Madre Oscura

Hay algo insoportable en este planeta, que me esta poniendo enfermo. Necesito algo más que caucasianos… Voy deambulando por las calles, y veo a una chica hermosa y feliz… hermosa y feliz, ¡pero sin regalos!. Me mira con curiosidad. Obviamente también valora el hecho de que mi único paquete es uno que solo puedo compartir, y me sonríe con una sonrisa deliciosa, mientras empieza a bailar a mi alrededor hipnotizándome con el vientre y el ombligo más asombroso que jamás soñé… Absolutamente atrapado, no puedo evitar querer tocar una pequeña cicatriz también sonriente, debajo de aquel ombligo todopoderoso…
- Tú eres especial… Ven conmigo, y te contaré una historia especial….

Hace mucho, mucho, mucho tiempo, tanto que quizás tu seas la ultima persona que escuche esta historia antes de que se olvide para siempre, los habitantes de este planeta eran… ¿Felices?... Hummm… no se si esa es la palabra… El caso es que estaban contentos y satisfechos con su vida… ¿Puedes imaginártelo? En fin, era un planeta de hombres y mujeres felices con niños y niñas felices... Para poder comprender lo felices que eran, tienes que entender cómo eran las cosas en aquel entonces. Hay que saber que por aquellos días, todos los habitantes de este planeta, nacíamos con una bolsa marsupial en la tripa…¡Sí! Como los canguros¡ teníamos una pequeña bolsita debajo del ombligo…, pequeña, suave, calida. Siempre que una persona metía mano en su bolsa para buscar, sacaba de ahí una sustancia orgánica, llamada Aternurita calida, muy abrigadora. Había, pues, mucha demanda de Aternuritas calidas, porque siempre que alguien recibía un Aternurita calida, eso le hacía sentirse muy contento y abrigado. La gente que no recibía Aternuritas calidas con regularidad estaba en peligro de contraer una enfermedad en la espalda, que le hacía encogerse y morirse de frío.
En aquellos días era muy fácil conseguir Aternuritas calidas. Se daba la curiosa circunstancia de que las Aternuritas calidas ajenas, siempre eran más apetecibles que las propias… Cada vez que alguien tenía ganas de una, iba a tu encuentro y te decía: “Me gustaría recibir una Aternurita calida”. Entonces uno metía la mano en su bolsa y sacaba un poco de Aternurita, del tamaño de la mano pequeña de una niña. Tan pronto como la Aternurita salía a la luz del día, se iluminaba con un resplandor dorado y florecía transformándose en un Aternurita calida, amplia y abrigadora. Entonces tú colocabas una encima del hombro, o de la cabeza, o sobre las piernas de la persona, y la Aternurita se le acomodaba perfectamente, deshaciéndose contra su piel y haciéndole sentirse lleno de contento. La gente siempre se estaba pidiendo mutuamente Aternuritas calidas; y puesto que siempre se daban gratis, no era ningún problema tener siempre bastantes consigo. Había suficientes para todos, y por consiguiente cada uno se sentía feliz y estaba muy cómodo y abrigado la mayor parte del tiempo.
Cierto día, una bruja mala, alienígena, y dueña de un emporio intergaláctico de artículos de regalo, se enfermó de ambición, porque todo el mundo estaba tan feliz que nadie se ocupaba de comprar regalos y artículos de lujo. La bruja era muy lista e ideó un plan perverso. Una hermosa mañana, la bruja se acercó cautelosamente hasta un niño feliz y satisfecho, que urgaba distraídamente su bolsita marsupial, mientras su madre jugaba con su hermana, y le murmuró al oído: “Niño, mira nada más la cantidad de Aternurita que tu mamá le está dando a tu hermana. ¿Sabes?, si lo sigue haciendo así, va a acabar por quedarse sin ninguna Aternurita ¡y no quedará ninguna para ti!”
El niño quedó estupefacto. Volviéndose a la bruja preguntó: “¿Quieres decir que no siempre habremos de encontrar una Aternurita calida cuando la busquemos en nuestra bolsa?” A lo que la bruja respondió: “No, desde luego que no; y cuando las Aternuritas se terminen, ya no podrás tener más”. Y diciendo esto, se fue volando, montada sobre su escoba, riéndose y cacareando por el camino.
El niño tomó la cosa muy a pecho y comenzó a fijarse cada vez que su madre le regalaba Aternurita calida a alguien. Acabó por sentirse muy preocupado y disgustado, porque le agradaban mucho las Aternuritas calidas de mamá y no quería renunciar a ellas. Pensaba que ciertamente no era justo que ella estuviera desperdiciando todas sus Aternuritas calidas en los niños y en otras personas. Así empezó a quejarse cada vez que veía a su madre regalar un Aternurita calida a alguien; y como su madre lo quería mucho, dejó de darles Aternuritas calidas con tanta frecuencia u la personas, y las reservó sólo para él.
Los demás niños se fijaron en lo que sucedía y pronto comenzaron a pensar que era malo regalar Aternuritas calidas cada vez que alguien las pedía o tenía ganas de ellas. Y también ellos se volvieron muy cuidadosos en eso. Observaban a sus padres muy de cerca y siempre que les parecía que ellos regalaban demasiadas Aternuritas a los demás también comenzaron a oponerse. Poco a poco se sintieron muy preocupados cuando ellos mismos regalaban demasiadas Aternuritas calidas. Y a pesar de que ciertamente encontraban un Aternurita calida cada vez que la buscaban en su bolsa, poco a poco dejaron de meter la mano en ella, volviéndose más y más egoístas, con lo que comenzó un proceso de atrofia en las bolsitas marsupiales. Muy pronto la gente empezó a darse cuenta de la escasez de Aternuritas calidas y comenzó a sentirse menos contenta y abrigada. Empezaron a encogerse y, de cuando en cuando, había algunos que se morían por falta de Aternuritas calidas. Así, más y más gente iba en busca de la bruja para comprar ositos de peluches, y mantitas de franela, aunque no resultaban efectivos.

Y sucedió que la situación se iba poniendo muy difícil en verdad. La bruja mala, que contemplaba todo esto, no quería en realidad que la gente se muriera (puesto que los muertos ya no podían comprar sus artículos de regalo) por lo que ideó un nuevo plan. A cada uno se le dio una bolsa cinturón riñonera que pretendía sustituir a la bolsa marsupial natural, salvo que aquella era una bolsa muy fría, mientras que la autentica era caliente y acogedora. Dentro de la bolsa de la bruja había Amargurita fría. Esta sustancia no hacía que las personas se sintieran abrigadas y contentas, sino que, por el contrario, les hacía sentirse frías y amargadas. Pero sí lograban impedir que la espalda se les encogiera, porque les hacia quedarse rígidos y envarados. Por lo que de ahí en adelante cada vez que alguien decía: “Yo quiero un Aternurita calida”, las personas que temían agotar su reserva de ellas respondían “No puedo darte un Aternurita calida, pero ¿no te gustaría recibir una Amargurita fría?” En algunas ocasiones, dos personas se acercaban una a la otra, pensando que iban a recibir un Aternurita calida, pero uno u otro cambiaba de parecer y terminaban por darse mutuamente Amargurita fría, Por lo que el resultado fue que, aunque muy pocas personas se morían, sin embargo muchas seguían desdichadas, sintiéndose extremadamente frías y amargadas.

La situación se complicó muchísimo porque, desde la llegada de la bruja, las Aternuritas calidas eran cada día más escasas, debido a la atrofia por falta de uso de las bolsas marsupiales; por lo que las que anteriormente eran gratuitas como el aire libre, ahora eran extremadamente raras y de mucho precio. Esta fue la causa de que la gente hiciera toda suerte de cosas para conseguirlas. Antes de que apareciera la bruja, las personas acostumbraban reunirse en grupos de tres, cuatro, o cinco, sin que a nadie lo importara demasiado quién le estuviera regalando Aternuritas calidas a quién. Pero a partir de la llegada de la bruja, la gente empezó a dispersarse por parejas y a reservar todas sus Aternuritas calidas exclusivamente el uno para el otro. Las personas que, olvidándose de sí mismas, le regalaban a otro una Aternurita calida, inmediatamente se sentían culpables por ello porque sabían que su compañero seguramente resentiría la pérdida de una Aternurita calida. Los que no lograban encontrar un compañero generoso, tenían que comprar sus Aternuritas calidas y trabajar durante largas horas para ganarse el dinero necesario para adquirirlas.
Hubo personas que, de alguna manera, se hicieron “populares” y con eso recibieron muchas Aternuritas calidas sin tener que devolver ninguna a cambio. Entonces esta gente vendía dichas Aternuritas calidas a quienes no eran “populares” y que necesitaban de ellas para poder sobrevivir.
Otra cosa que sucedió fue que algunas personas tomaban Amargurita fría -que las había disponibles gratuitamente y en cantidad ilimitada- y las recubrían de un material blanco y esponjoso, haciéndolas pasar por Aternuritas calidas. Estas Aternuritas calidas falsificadas eran en realidad Amargurita fría de Plástico, y ocasionaban nuevas dificultades. Por ejemplo, dos personas se reunían e intercambiaban libremente Amargurita fría de Plástico, cosa que esperaban les haría sentirse bien y contentos, pero, en vez de eso, se separaban sintiéndose muy mal. Y como pensaban que lo que habían estado intercambiando mutuamente eran Aternuritas calidas, quedaban sumamente desconcertados, sin darse cuenta de que los sentimientos fríos y espinosos que sentían eran en realidad el resultado de que les habían dado muchas Amargurita fría de Plástico.

Así, la situación llegó a ser muy deplorable; y todo comenzó por la llegada de la bruja, que hizo creer a la gente que algún día, cuando menos lo esperaran, podrían meter la mano en su Bolsa de Aternuritas calidas y descubrir que se les habían agotado.

No hace mucho, una mujer joven de grandes caderas, del planeta New Age, llegó a este desdichado planeta. Los naturales de su planeta, quizás por un antepasado común también nacían con una bolsa marsupial, con las mismas características que la que teníamos nosotros. Al parecer, ella desconocía todo cuanto se refería a la bruja mala, y no se preocupaba en lo más mínimo de que se agotaran sus Aternuritas calidas. Las repartía generosa y libremente, aun cuando no se las pidieran. La gente la llamaba la Madre Oscura y no la aceptaba, porque estaba comunicándoles a los niños la idea de que no deberían de preocuparse de que las Aternuritas calidas pudieran llegarles a faltar. A los niños les caía muy bien, porque se sentían muy contentos junto a ella; y así comenzaron a regalar Aternuritas calidas siempre que les venía en gana.
Las personas mayores, preocupadas, tomaron cartas en el asunto y decidieron emitir una ley para proteger a los niños contra el despilfarro de su provisión de Aternuritas calidas. La ley declaró ser una ofensa criminal repartir Aternuritas calidas con atrevimiento y precipitación y sin tener licencia para hacerlo. Sin embargo, a muchos niños no les importó nada lo sucedido y a pesar de la ley continuaron regalándose mutuamente Aternuritas calidas siempre que les venía en gana y siempre que se las pedían. Y como había muchos, muchos niños, casi tantos como personas mayores, parecía que ellos acabarían por salirse con la suya.

Pero llegaron tiempos difíciles... ¿Lograrían las fuerzas adultas de la ley y el orden frenar el atrevimiento y precipitación de los niños? ¿Se unirían los adultos a la Madre Oscura y a los niños aceptando el riesgo de que siempre puede haber tantas Aternuritas calidas cuantas sean necesarias? ¿Se acordarían de los días que sus niños estaban intentando recuperar, el tiempo en que las Aternuritas calidas abundaban porque la gente las regalaba gratuitamente?...
Bueno… ya sabes lo que pasó. Las bolsas marsupiales se fueron atrofiando, hasta tal punto que su falta de uso empezó a causar graves problemas de salud, por lo que empezó a popularizarse la practica de extirpar a los recién nacidos las glándulas productoras de Aternuritas calidas y coserles sus bolsitas marsupiales, de ahí esta cicatriz… Ni que decir tiene que la bruja se salio con la suya… El negocio de la Amargurita Fría conquisto el planeta, y luego se diversifico a todo tipo de artículos.
Pero bueno… Es peligroso hablar de la Madre Oscura, casi ilegal, un tabú, así que no puedo decirte que hay gente que dice que sigue viva, y que hay disidentes que tienen a sus hijos lejos de los hospitales y sus ciudades, y que los animan a conservar y usar su bolsa marsupial. Tampoco puedo decirte que dicen que hay gente que hoy en día, ha conseguido recibir una Atenurita calida real, y que eso ha cambiado sus vidas para siempre… como no puedo decirte nada de esto… tu no lo has podido escuchar…

- Vuelve a bailar para mi.

lunes, febrero 13, 2006

Barco a la vista!

- Barco a Baboooooooooooooooor! -reza el vigía-

-Barco a babor, barco a babor, barco a babor...

La cantinela se desliza de labios de corsario a orejas de corsario con la fuerza del rosario en las iglesias del Caribe. El niño extiende los brazos hacia mí, intentando recuperar un cuaderno de notas que jamás ha sido suyo.

-Te daré una rosa - sonrío al ver las lágrimas aflorando a sus ojos. - ¡Izad bandera Inglesa!

domingo, febrero 12, 2006

Sr. Baboso...

Entre copa y copa, contemplo bazofia borracha que agita sus sucias fauces sedientas de felicidad.



Señor Baboso, no me diga usted que todos necesitamos esto. Permítame que le diga que no es más que forraje de ganado fútil, eso es lo que es. Somos sólo fieras feroces que se afanan en devorar con ansia sus frágiles destinos. Sólo zorros del desierto escarbando fragmentos de vida. Ahora que lo ha conseguido, ¿se siente usted más feliz?

No obstante, señor Baboso, me dará usted la razón... ¿si no hay dolor, por qué nos aferramos a la superficie? ¿si no hay daño, por qué todos los barcos de su puerto zozobran?

Sí, lo sé… usted esperaba que íbamos a fornicar a gusto mientras sostuviésemos el cetro de la fatalidad. Pero, lo siento, no llegamos a ser felices del todo. En fin… déjeme comer y beber a gusto señor, y por favor no me babee, mientras me planteo todo esto.

El señor Baboso tiene la cara brillante de tanto esputo que sale por mi boca borracha. No falla. ¿Por qué los ebrios pronunciamos las bilabiales con tanta vehemencia?

Tengo una copa roja en una mano y un puro en la otra. Y estoy esperando el bufido de mi barco. Entonces subiré.

jueves, febrero 09, 2006

¡Le he dicho que no!

¡No quiero más tarta! Creo que voy a reventar de tanta comida…

- Come presiosa… que estás en los huesos hija! ¡Pareces un pescao!

Mi barriga parece un zeppelín. Desde que pisé esta fiesta gitana, no pararon de pasar ante mis ojos los más apetitosos platos que he visto en años. Y me los quise comer todos.

Vinieron… los retortijones empezaron a castigar mis tripas. Llegó la hora de ir al baño de inmediato. Calculé los pasos necesarios para llegar mientras cronometraba la velocidad de mis heces por el intestino. Mis compañeros de recto jalean: ¡tú puedes, presiosa!. Al fondo a la derecha… creo que llego por los pelos si me doy prisa, pero claro, con el bamboleo del trote seguro que ELLOS empiezan a trotar también, animados por la carrera.

Un, dos, tres… ya! Me dirijo disimulada pero con paso decidido al baño, mi puerta del infierno, tal y como la esculpió Rodin, tal y como mi caca esculpe mis tripas del averno. Por fin llego a mi ansiado destino pero diosss… una enorme cola de gitanas tan salerosas como meonas se anticipan a mis deseos. Todas se mean vivas, todas! Y no pueden aguantar la presión de sus vejigas… “Ay mari que me meo toaaa!!”

Así como se aprietan los refajos de necesidad angustiosa, de repente se escucha una bulería. La cola se mueve, todas empiezan a bailar y palmear. Ya no sienten ni padecen. Pero yo me cago.

Sí, me cago… y la bulería sigue.

Y mi barriga baila y canta al mismo palo.

Ya no llego… seguro

martes, febrero 07, 2006

Hic!

- De gonodgo de algo... zzí, inzishto... vienes musho bor aguí?
- ¡Que no, caracráter! ¡¡Anda, ve a escupirle tu baba a otra idiota!!

Una mínima interrupción ante pantagruélico festín merecía todo mi desprecio... Si alguna vez soñé cuál era mi particular planeta del juicio final, definitivamente era más parecido a esto... ¡Bocados de dioses y monstruos! Y lo mejor de todo, tenía ante mis ojos la más vasta variedad de alcoholes: los exquisitos, los clásicos, los mentirosos, los olvidados, los llorones, los terapéuticos, los cabezones, los exóticos, neuróticos y cabrones, los exigentes, los mirones, los alegres, los chillones, los fugaces, los ladrones, los exuberantes, los meones ...

... no sé cuánto tiempo pasó, pero de repente me vi abrazada a una vieja y malograda mujer que me contaba sus penas de amores, allá por los años perdidos de la memoria... Según me decía entre lágrimas, ella era guapa de joven, muy guapa, pero tan puta, que los hombres, tras hacer un feliz uso y abuso de su feminidad, decidían enterrarla en la fosa común de rameras fáciles de la memoria masculina. Ella fue muy feliz, hasta que los hombres dejaron de serlo a su lado. Entonces se sintió sola, absurdamente acompañada por una sexualidad de vieja verde que no daba la talla.

Lloramos juntas, berreando todas las canciones de Gaingsbourg, su cantante fetiche. Brindamos. Unas 100 veces. Vomitamos juntas, para volver a beber en un solemne ritual de hermanamiento interestelar.

Tu es un fumeur de Gitane... Moi je suis...

Calló durante un tiempo. Me miró. Me besó apasionadamente y me invitó a su habitación. Me dispensé con toda la elegancia que mi lengua de trapo me permitió:

"Usted disculbe señora... en esa mesa me esbera un baboso simbático..."

Oui je t'aime... moi non plus.... Y siguió cantando agarrada a su botella llorona.

Allí me planté y en tu fiesta me colé.

Mi primera misión es convertirme en el primer extraterrestre que transmite en un encuentro en la tercera fase, y sin telepatía, la receta del caucásico al primer barman aburrido que pilla, después de felicitarlo porque sí.
A partir de ese momento, cada año semanal, se celebraría en todas las barras del planeta el día del ruso blanco alienígena… Espeluznante.

Después de asegurarme de que la primera mente hostelera ha sido infectada con éxito por el meme potable, le digo que me regale dos rusos por que me lo merezco.

Me despido ceremoniosamente, y deambulo por las calles… Pareciera que solo hay tiendas de regalos… La especie se ha adaptado fabulosamente a la compulsión obsequiadora, y hay una demostración continua y asombrosa de malabares paqueteriles. Enseguida uno puede inferir estatus social de los especimenes por la altura de paquetes apilados y el número de extremidades ocupadas.

El trasiego me marea… el trasiego de los rusos blancos tampoco ayuda. Cuestan muchos ensayos y errores promover la evolución coctelera planetaria en planetas donde ningún extraterrestre ebrio ha estado jamás. Pero el Zapp Branigan que llevo dentro, me puede.
Me siento en un banco, doy una microcabezada, con microsueño incluido: “Anima es amaestradora de animales domésticos de granja, en un circo.” Despierto con una sensación maravillosa. Y en pleno momento alfa, vivo una sincronía:
Veo a Erika entrando con paso decidido junto con un montón de aborígenes en una especie de salón, con una espeluznante expresión de hambre relumbrándole en el rostro, mientras en mi mente alfa, resuena un viejo proverbio vulcaniano: “No me invitó, pero yo fuí”

lunes, febrero 06, 2006

Reflexiones de una ex-estudiante que no fue invitada a la fiesta del año.

Voy a prescindir de los estudios, y haré desaparecer mis inquietudes.
Entre “¡Sí, señor!” y simplemente “Sí”, ¿Qué distancia hay?
Entre “bien” y “mal”, ¿Quién sabe que diferencia hay?
Estos hombres, dicen con gesto preocupado: “No se puede no temer lo que otros temen”,
¡Qué inútil, qué estéril, extenderse así, sin fin!
Los hombres están alegres, eufóricos,
Como si celebraran la fiesta definitiva,
Como si hubieran alcanzado la cumbre más alta.
Solo yo permanezco serena y sin ademán,
Como una recién nacida que aún no ríe, reposando sobre su madre;
Vulnerable, incapaz de valerse por si misma.
Los hombres están sobrados de todo, pagados de si mismos.
Solo yo aparezco desvalida.
Mi mente es la de una boba,
¡Tan confusa!
Los hombres son brillantes, esclarecidos.
Sólo yo soy obtusa y anodina.
Los hombres poseen discernimiento.
Sólo yo permanezco confundida y desorientada.
Ondeante en mi vientre, como el mar;
Fluctuando a la deriva, al infinito, para siempre.
Los hombres saben que hacer.
Sólo yo soy lerda y ruda.
Sólo yo soy singular y prefiero nutrirme de la madre.

viernes, febrero 03, 2006

¡Tu misma!

Le grito a Erika desde cubierta, ella sin volverse me saluda con la mano mientras su bote se desvanece en la niebla camino de aquel planeta.

Enciendo feliz mi cigarro y exhalo el humo lentamente, haciéndolo bailar con las brumas heladas.

¿Qué barco es ese que asoma por estribor? Parece un bajel pirata, esto me recuerda que... "Con cien cañones por banda viento en popa a toda vela..."

¡No bajes!

... es lo más parecido al infierno que puedas conocer!".

Vaya, el ladrón de cigarrillos, además de guindarme el tabaco, pretende también darme órdenes. Me agarra del brazo, pero como sé lo que puede hacerle callar, le ofrezco un cigarro con una lacónica sonrisa, que acepta sin dudar y se coloca sobre su oreja derecha lanzando un besito al viento un tanto chulesco.

Desciendo del barco: recapitulando mis pensamientos, sé que este planeta es impío y febril, que sus habitantes han vivido en el eterno compromiso engañoso de hacer sin querer. Tengo entendido que nunca se ha dado el caso de un regalo porque sí, que viven maltrechos y hostiles pensando en el próximo banquete sin corazón.

Pero, qué leches, me apetece un ágape por la cara.