Una mala noche
1000 agujas punzantes. Están calientes, al rojo vivo. Poco a poco, se van clavando en mis sienes, no ya al unísono, sino de forma escalonada e ininterrumpida. Oigo el aullido de un barco de vapor a punto de zarpar que se acaba de colar en mi oreja. Las agujas se multiplican por mi cabeza hasta llegar a los globos oculares.
El suicidio no es tan malo como dicen. Me quiero morir.
No recordaba lo malas que son las resacas de cerveza.
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