sábado, enero 21, 2006

Koan

Contemplar este mar, que refleja un cielo imposible, después de que hallan pasado por encima de mi, cuatro blancas rusas… es demasiado.
Recordar es casi recapitular; el camarútero, el pequeño buda interdimensional, el velero, los joyanos anisados, el planeta derretido, el planeta de cuentos incontables, y ahora esta escala… es demasiado.
Me gustan las caucásicas bebidas, desde el mismo momento en el que aquella hembra se lo derramo encima, cuando ya estaba demasiado cerca de mi. Tan cerca que el deseo y el reflejo fueron una misma cosa… y eso, eso fue demasiado.
Estoy en libertad, ya no puedo escapar. Me gustaba escapar, me gustaba mi camarote, ahora mi camarote, mi barco, nuestro barco… no me importa si regresa o no, no me importa si nos vamos o no. Estoy bien.
Las estaciones cambian cada hora, y cada hora puede durar una estación. Ahora es primavera. Me gusta la primavera. Estoy en una terraza, dejándome beber por rusas blancas, por este mar y este cielo de psicodelia.
Erika empieza a cantar, y pepa, increíble, se relaja escuchándola. Ese canto, es aniquilador… Es demasiado.
El ombligo del universo está aquí. El fin de las promesas está aquí. El cruce de los principios y de los finales, de todos, esta aquí… y sí, es demasiado.
El canto de Erika es inconcebible, porque es imposible, porque se lo ha inspirado un cielo imposible, el mismo cielo que me hipnotiza con el mar… ¿Cómo es posible? Estoy tranquilo, porque bebo este vino blanco y cremoso, y mi cerebro esta huyendo, con velocidad de escape, a cumplir un destino que me hace sentir bien.

Asombroso; el deseo y el reflejo, una misma cosa.

Si el maestro me hiciera ahora la pregunta imposible: “¿Cómo es, cuando el deseo y el reflejo son la misma cosa?” Mi espíritu le contestaría para siempre, estallándole delante de su alma, y la explosión tendría un sonido. Salé ahora por la garganta de esta embriagada.
Si aún así, el maestro no se hubiera convencido de mi iluminación, y aun le quedara resuello para volver a formularme la jodida pregunta… “¿Cómo es, cuando el deseo y el reflejo son la misma cosa?” yo desaparecería… y aparecería aquí, en este aquí, en este ahora, en esta terraza, en este planeta, con este canto taladrando las soluciones de todas las almas en mí.
Me gusta mi embriaguez, que me hace no divagar, me hace trovar, me hace borbotear el alma, con formas de letras, con ruiditos de palabras…
¿No va a dejar nunca de cantar?... estoy sonriendo, porque no está cantando, esta siendo cantada… ¿Serán estos caucasianos?...

Esto es demasiado.